La Semana Santa alcanzó su ecuador con la clásica procesión del Santísimo Cristo del Perdón y María Santísima de la Piedad, en un nuevo ejercicio costalero que da la cara nada más empezar el desfile en su difícil descenso por las escalinatas de la Basílica de Santa María. El entorno del templo ya era un gentío impresionante esperando ver el paso en plena calle y recuperar una imagen perdida hace, en este caso, cuatro años, los últimos por la pandemia del COVID.
Antes, sería la hermana Mari Troncoso la que tendría el honor de realizar la primera ‘levantá’ del paso en memoria de su esposo, Antonio Iglesias, un histórico hermano del Perdón que tristemente falleció hace unos meses. También supuso un momento muy emotivo el saludo de la hermandad a la de Vera Cruz a las puertas de la iglesia de San Juan de Dios, donde el paso permaneció un buen rato mientras duraban los intercambios de detalles.
La hermandad estrenó este año la cruz de salida del Cristo, realizada por el conocido escultor y restaurador de Bornos Ismael Rodríguez Viciana, con cantoneras e INRI ejecutadas en metal plateado por Ildefonso Oñate, de Jerez.
Asimismo, estrenó también el mantolín bordado de San Juan Evangelista, que ha sido donado generosamente por un hermano de la cofradía; la calavera de Adán que se ubica a los pies de la cruz y el dorado de los fondos de los paños laterales de los dos respiraderos (obra de Abel y Justi de Sevilla).
El desfile contó con la participación de la banda de cornetas y tambores de El Amarrado de Ávila, que así puso música a la pasión de Cristo.
El cortejo quedó abierto por la cruz de guía y cuatro faroles, seguido del Senatus y cuatro varas, el Guion de la Juventud y el Simpecado, el estandarte, el libro de reglas de la hermandad y la presidencia junto al cuerpo de acólitos. Escoltando el paso, y como está siendo habitual en esta Semana Santa, la presencia de la Policía Local con uniforme de gala.
El paso del Santísimo Cristo apareció ante la multitud luciendo en sus exornos florales un montículo configurado por calas negras y color cardenal, clavel holandés y nacional, escabiosa, rosas, flor de cera, astromelias, orquídeas, brassicas, lentisco y eucalipto, con muy buen gusto y originalidad, obra del jerezano Carlos Sampalo. Son los detalles estéticos de una procesión cuya principal virtud es lo que representa: la sobrecogedora escena de Cristo clavado en su cruz con su dolorosa Madre a sus pies llorando su martirio y a San Juan Evangelista tomando nota como el mejor notario de un día inolvidable. Arriba, y nunca falla, la luna iluminando la imponente estampa, en la que se podría considerar como la “fotografía” más recurrente, y al tiempo bella, que ofrece la procesión.
Antes, la cofradía del Miércoles Santo celebró un auténtico ritual litúrgico con el rezo del Ángelus en el interior del templo y luego una emotiva eucaristía que contó con la participación del conocido organista Ángel Hortas, la ocasión para pedir a Dios por una buena procesión.
La hermandad, al permitirlo el tiempo, pudo concluir su recorrido como había previsto, pasando en este sentido por la novedosa Carrera Oficial en la plaza del Cabildo para admiración del entregado y respetuoso público.