En la actualidad hablamos demasiado y mal en lugar de economizar y ahorrar palabras para decir lo preciso y lo necesario y no instalarnos en la incontinencia verbal, que nos lleva a sentir la ansiedad de “hablar por hablar”. Siempre hemos tenido necesariamente que esperar para conseguir lo que deseamos, pero hemos de reconocer que desde que nos llegó la pandemia, entre que había que pedir cita para todo, teníamos que guardar cola para realizar cualquier gestión, desde un banco a un Ayuntamiento, ir a una consulta médica, desde ir a comprar a la pescadería o situarnos con el carro en espera para pasar por caja para pagar.
Y las colas no fueron pasajeras, vinieron y se quedaron, y hoy no somos nadie si no hacemos cola, al igual que tener un solo can no te da categoría, sino que eres un señor si al menos tienes tres perros y los sacas juntos a dar un paseo y hacer sus necesidades, y si encima uno de ellos lleva una correa con los colores de la bandera de España, ya eres “el no va más”, animalista y “patriota”.
Hay lugares es la que no he logrado ver colas, como por ejemplo para asistir a una conferencia sobre filosofía pura o sobre las nuevas formas de vivir la realidad entre el placer y la realidad. En este último caso, he visto algunas, pero no es lo común. Incluso, como ahora todo el mundo que puede, pretende comprarlo todo, o sea que no le falte de nada.
En nuestras soberbias y vanidades, olvidamos el sentido común, no practicamos el del humor, y nos fastidia tener que guardar cola para casi todo, por lo que ya han surgido empresas que te ofrecen los servicios entre otros de hacerlo por ti..
Imaginemos por un momento que en el mañana que ya es hoy existieran cual metaverso, colas virtuales hasta el infinito, que empezáramos a contar tras haber leído el manual de instrucciones, pero pareciera que siempre estamos en la orilla y nos hemos extasiados mirando el mar o el rio como si aquello fuera infinito y no se acabara nunca.
Haciendo cola nos da tiempo para muchas cosas, desde el psicoanálisis casero, hasta intimidades de un rato, aunque la mayoría de las veces no ocurre nada fuera de lo corriente, pero tengamos la sensación de que puede desencadenarse algo gordo en cualquier momento.
Nos da ocasión a pensar, a hacer listas mentales sobre lo que tenemos que hacer el día siguiente y cuantas hemos dejado por completar en el que estamos, con lo que vivimos la cola como foro de reflexión y meditación, que a fuerza de pensar damos con la solución de algunos problemas que nos parecían irresolubles.
Están quienes utilizando las redes sociales y las plataformas digitales, tienen acceso a hacerse con su cita, su documento o su entrada a través de internet, pero están los otros que, o bien porque no tienen el equipamiento necesario o por mucho que lo intenten no acceden a la web para hacer el trámite, porque no saben o simple y llanamente porque no les da la gana y sienten una adicción compulsiva e irrefrenable por colocarse en una cola.
Señoras y señores lectores, si han llegado hasta este final no se olviden que colocándose uno detrás de otros también podemos ir a votar, y decidir quien nos gobierna en cada momento y cuales son sus prioridades, así que nadie sienta la tentación de aquellos que votamos de no respetar las leyes o dedicarse a no cumplir las promesas hechas y la palabra dada.
Cuando vemos a alguien guardando su sitio en una cola, nos preguntamos cuantos secretos encerrará y cuál será su historia.