La compra del periódico es la primera parada del paseo matinal para muchos de nosotros. Durante el camino vamos priorizando las tareas del día, procurando hacer todos los recados mientras el aire tranquiliza este susurro interior e inagotable hasta llegar a la librería, donde las portadas de las revistas miran seductoras para distraer una espera que suele ser breve. Se trata de una costumbre, sin embargo, hay veces que la coincidencia propicia un toque de magia que puede llegar a emocionar, porque chispea y enternece.
Esta semana comienza con esta ráfaga intensa e inolvidable que prendió en la librería García Bozano. Por una vez, los ojos no buscaron títulos nuevos al llegar, sino que se fijaron en una madre regalando libros a sus tres hijos, uno de ellos aún en la silla de paseo. Libros que no fueron envueltos, sino entregados y abiertos de inmediato por aquellos tres pares de manos tan pequeñas. Mientras ella abonaba el importe, los dos mayores comenzaron la lectura, un gesto conmovedor que nos llevó a Los cinco, al Viaje al centro de la tierra y a la impulsiva y traviesa Celia que llenaron de aventuras y risas tantas tardes de verano. Ellos continuaron transitando por el sendero que abrieron los cuentos orales mientras nos daban de comer o al arroparnos, que luego nos leyeron hasta que pudimos hacerlo solos, un momento vivido intensamente desde entonces y a diario.
En estos tres niños nos vimos durante el minuto escaso que eterniza una evocación tan hermosa y particular como la vivida con la lectura. Por eso es un regalo contemplar unas manos sin Happybe, Fisher Price, Tablet u otros dispositivos, sino con un soporte físico y silencioso que no necesita recargarse y del que no podían apartar la vista. Tanto les ilusionó que al salir se hicieron una foto delante de escaparate, porque siempre que venimos,quieren un libro de aquí, dijo la madre. Es para emocionarse y más cuando la librería cumple un siglo el próximo año. Éste será uno de los primeros regalos de una larga lista en la que habrá muchas felicitaciones, abrazos, besos y muestras de cariño y lealtad como la de esta familia. Un minuto escaso, precioso, emocionante e inolvidable para cuantos esperábamos turno. Cuántos se habrán encontrado ante el mostrador a lo largo de estos cien años para entrar y volar entre los estantes que soporta el suelo hidráulico antiguo. Imposible contarlos, como las conversaciones y los suspiros mientras se comentaba un título o se abría un ejemplar.
A veces la magia brilla en una cola de espera. Y esta chispa tarda mucho en apagarse.
