Santiago Segura dio con la clave hace algunos años cuando estrenó Padre no hay más que uno: “¿Para qué voy a hacer películas para adultos, si puedo hacerlas para que venga toda la familia y aumentar así los ingresos por taquilla?”
A él hay que deberle, sin duda, la revalorización del cine familiar español como género, del mismo modo que hay que reconocer a Javier Fesser su habilidad como cineasta para ver en la fórmula un gran vehículo para hacer de la necesidad virtud y abordar realidades, en apariencia incómodas, que hizo transparentes y cercanas de la mano de las mejores herramientas: el humor y la naturalidad. Fue así como hizo de Campeones todo un fenómeno cinematográfico y de sus grandes protagonistas los abanderados en la reivindicación de las personas con capacidades diferentes.
Como ha ocurrido con las películas de Segura, que acumulan una secuela tras otra, la cinta de Fesser estaba abocada a una segunda entrega, de idéntico y reconocido impacto en taquilla, aunque de resultado fílmico más discreto, en tanto que reincide en cierto esquema narrativo mecanizado a la hora de construir la historia y abordar el reencuentro del extraordinario equipo de Los Amigos.
En este sentido, sin Javier Gutiérrez al frente de la plantilla, incorpora a la joven Elisa Hipólito como sufrida entrenadora, al youtuber Brianeitor como gran fichaje de la temporada -uno de los grandes aciertos de la película-, concede merecido protagonismo a un sensacional Sergio Olmo y cambia el baloncesto por el atletismo, reconducido finalmente al ámbito mixto de los e-games, que es donde entiendo que flaquea más el argumento en la búsqueda de un final tan emocionante como artificial, plagado de guiños a los gamers adolescentes, pero sin la consistencia de una final deportiva en toda regla, aunque haya que reconocerle el impacto de su voluntarioso e inolvidable sprint final.
De hecho, puede que Campeonex sea, a estos efectos, la película más impersonal dentro de la brillante trayectoria de Javier Fesser, desde el momento en que no se hace tan evidente el riesgo o en el que se limita a encadenar gags con diferente acierto, pese a lo cual estamos ante un más que aceptable filme en el que cabe reseñar el omnipresente “toque Ibáñez” -todo un homenaje recién la muerte del creador de Mortadelo- que se hace presente en los personajes del hermano y la madre de Sergio o en las prácticas de jabalina de Jesús en su piso, dignos de 13 Rue del Percebe.