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A curarse en salud

SIBO y GLUTEN

Hago un sincero llamamiento a bares y restaurantes para que identifiquen correctamente los alérgenos y los alimentos sin gluten en sus cartas

Publicado: 02/02/2025 ·
10:46
· Actualizado: 02/02/2025 · 10:46
  • Sin gluten.
Autor

Fernando Arévalo Rosado

Médico. Colaborador en Viva Barbate, Radio Barbate, Portal de Cádiz, SER deportivos, Onda Conil y Canal Sur (Salud al día)

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Fernando Arévalo Rosado ofrece consejos y actualidad de salud sin jerga médica

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El sobrecrecimiento bacteriano en el intestino delgado se conoce como SIBO y se debe a un aumento de bacterias que no son habituales en esa porción del intestino. Esta sección mide aproximadamente 6,1 metros y es donde los alimentos se mezclan con los jugos digestivos y se absorben los nutrientes hacia la sangre. A diferencia del intestino grueso, suele contener pocas bacterias debido al rápido tránsito intestinal y a la presencia de bilis.

El SIBO puede desarrollarse tras una cirugía, una infección, alteraciones en la pared intestinal o ciertas enfermedades, lo que reduce la motilidad intestinal y favorece la proliferación bacteriana en esta zona. Sus síntomas incluyen hinchazón y dolor abdominal, pérdida de apetito, náuseas, sensación de saciedad, diarrea y pérdida de peso. Las bacterias presentes en esta porción del intestino liberan toxinas que dificultan la absorción de nutrientes y pueden causar diarreas.

A menudo, el diagnóstico de SIBO se confunde con el síndrome de intestino irritable o se atribuye erróneamente a malos hábitos alimenticios. En otros casos, se ha sobredimensionado debido a la similitud de sus síntomas con los de la intolerancia alimentaria o por la cuestionable fiabilidad del test del aliento. Esta prueba, que detecta la presencia de bacterias a través del aire exhalado tras la administración de un sustrato, no siempre es precisa. No obstante, muchos profesionales de la salud consideran que la incidencia del SIBO ha aumentado debido a la mala alimentación, la exposición a agentes externos y el estrés. De hecho, en numerosos casos se observa mejoría tras obtener un resultado positivo en la prueba e iniciar tratamiento con antibióticos y probióticos, además de corregir los hábitos alimenticios.

Las principales consecuencias del SIBO en el organismo incluyen una deficiente absorción de nutrientes como grasas, hidratos de carbono y proteínas debido a la alteración de las sales biliares. También puede provocar una disminución en los niveles de vitaminas A, D, E y K (liposolubles) y de la vitamina B12, lo que puede derivar en osteoporosis por mala absorción de calcio y en la formación de cálculos renales. Por lo tanto, aunque la fiabilidad de la prueba del aliento no supere el 50 %, es recomendable considerar el SIBO ante determinados síntomas digestivos.

Por otro lado, otra enfermedad en auge es la celiaquía, que suele estar rodeada de falsas creencias. En primer lugar, no se trata de una intolerancia, sino de una enfermedad autoinmune que puede desencadenar una reacción adversa en el organismo con la simple ingesta de unas migas de pan. Se estima que entre 450 000 y 900 000 personas padecen esta enfermedad en España.

Las enfermedades relacionadas con el gluten se dividen en tres categorías: enfermedad celíaca, sensibilidad al gluten no celíaca y alergia al trigo. En los tres casos, es necesario seguir una dieta estricta sin gluten, lo que representa un gasto económico significativo para los pacientes. Según la Federación de Asociaciones de Celíacos de España (FACE), el coste de una dieta sin gluten supone un incremento de aproximadamente 1 000 euros al año. Desde 2023, los productos sin gluten han duplicado su precio, lo que supone un reto adicional en una sociedad en la que muchas celebraciones giran en torno a la comida, con abundancia de alimentos que contienen gluten (trigo, cebada, centeno y, en ocasiones, avena).

Además del coste económico, las personas con enfermedad celíaca deben planificar cuidadosamente sus comidas, ya que muchos restaurantes ofrecen opciones sin gluten limitadas o no garantizan la ausencia de contaminación cruzada. Por ejemplo, el uso del mismo aceite para diferentes frituras puede hacer que un alimento sin gluten se vuelva perjudicial para estos pacientes.

En la celiaquía, el contacto con el gluten provoca una reacción autoinmune que daña las vellosidades intestinales, dificultando la absorción de hierro, vitaminas y otros nutrientes esenciales. Esta enfermedad puede desarrollarse en cualquier etapa de la vida, desde la lactancia hasta la vejez, y el riesgo aumenta si existen antecedentes familiares.

El diagnóstico de la celiaquía puede ser complicado, ya que los síntomas varían desde diarrea o estreñimiento hasta la ausencia total de molestias digestivas. Otros síntomas incluyen dolor abdominal, náuseas, vómitos y pérdida de peso. Para confirmarla, se realizan análisis de sangre en busca de determinados anticuerpos, seguidos de una biopsia intestinal mediante endoscopia.

El único tratamiento eficaz para la celiaquía es la eliminación total del gluten de la dieta, lo que permite la regeneración de las vellosidades intestinales. En algunos casos, puede ser necesario el uso de corticoides y un control estricto de la alimentación. Por otro lado, si una persona no padece enfermedad celíaca ni alergia al trigo, pero presenta síntomas digestivos tras consumir gluten, podría tratarse de sensibilidad al gluten no celíaca. En estos casos, también se recomienda evitar el gluten.

Dado el aumento de estas enfermedades, desde aquí hago un sincero llamamiento a bares y restaurantes para que identifiquen correctamente los alérgenos y los alimentos sin gluten en sus cartas. Es fundamental disponer de freidoras y utensilios exclusivos para estos productos, evitando así la contaminación cruzada. Tanto los pacientes como sus acompañantes lo agradeceremos.

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