Entre las historias de los supervivientes hay casos sobrecogedores como el del secretario de la Asociación Hijos de Ribadelago, Felipe San Román, que entonces tenía tan solo un año de edad y al que salvó la vida su padre ciego.
“Hicimos un agujero para acceder al tejado y por él salimos, pero mi madre no cabía porque era gruesa; ella falleció ahogada pero antes guió a mi padre para que gateando caminara de tejado en tejado hasta llegar a la última casa de la zona, que fue la única que quedó en pie”, declaró a Efe.
También el matrimonio formado por Leandro Puente y Norinda Parra puede contar su historia gracias a que el día anterior se habían cambiado de vivienda y eso les salvó la vida.
En los actos del cincuentenario de la catástrofe, que han despertado el interés de medios de comunicación nacionales y extranjeros, en nombre de los supervivientes ha intervenido María Jesús Otero.
Ella sostiene que la tragedia “era previsible” pero gracias a ella no se volvieron a cometer los mismos errores en la construcción de otras presas.
Quienes hace 50 años sobrevivieron a la catástrofe recordaron con lágrimas en los ojos cómo en cuestión de minutos el agua inundó el pueblo y se llevó la vida de 144 vecinos, entre ellos catorce familias al completo que ni siquiera pudieron recibir sepultura, ya que tan sólo se recuperaron 28 cadáveres.
El resto de víctimas mortales descansan en el fondo del lago de Sanabria, el lago de origen glaciar más grande de España que, irónicamente, según una leyenda local, se formó al inundar Dios un pueblo por su falta de hospitalidad.
La sensación de que nunca se llegó a hacer justicia pervive 50 años después de la catástrofe entre los vecinos de Ribadelago, tal y como corrobora José Fernández Vargas, que perdió a toda su familia cuando tenía dos años y que ha viajado desde Sevilla para asistir al homenaje a sus seres queridos.
Los dos únicos condenados a un año de prisión como responsables de la rotura de la presa fueron finalmente indultados mientras que los familiares de algunas víctimas tardaron hasta veinte años en cobrar las indemnizaciones que les correspondían, cifradas en 100.000 pesetas (600 euros) por cada adulto fallecido y 50.000 pesetas por cada menor de 16 años.
Por si fuera poco, las presiones franquistas evitaron en su día que el juicio por la tragedia fuera portada en los medios de comunicación nacionales.
El desastre de Vega de Tera no sólo suponía un punto negro en la España de los pantanos de Franco sino que además el Estado había dado “todas las bendiciones” a la construcción de la presa y el propio dictador la había inaugurado en 1956.