Llevaba ya seis años sin rodar desde la encantadora Elizabethtown, y, aunque tal vez no haya elegido el mejor material para su regreso -una película plagada de buenas intenciones, dirigida a toda la familia y basada en hechos reales-, también es cierto que el título que se le ha dado en nuestro país, Un lugar para soñar, le hace un flaco favor al original Compramos un zoo.
La cinta está basada en un libro del periodista Benjamin Mee a partir de su propia experiencia personal, después de que decidiera dejarlo todo y empezar desde cero con la compra de una vieja casa rural situada en un terreno de unas ocho hectáreas que alberga asimismo un pequeño zoo pendiente de conservación y reapertura. Si a ello añadimos que el protagonista (Matt Damon) es viudo y padre de dos hijos y que la conservadora del zoo es una atractiva bióloga (Scarlett Johanson), resulta bastante previsible identificar el recorrido por el que transitará la historia. De hecho, la mayoría de las historias abordadas por el director de Jerry Maguire son bastante previsibles, pero no su forma de abordarlas y adornarlas, convirtiendo su forma de ver y hacer cine en su mejor valor añadido -la mediocre Vanilla sky, en la que adaptaba la terrorífica Abre los ojos de Amenábar desde una perspectiva romántica, mejoraba los minutos finales del original-.
Crowe, que saltó a la fama en 1992 con su visión del movimiento grunge de Seattle en Solteros, reivindicó su condición de autor con sus dos siguientes trabajos: Jerry Maguire y la autobiográfica Casi famosos, en las que pone de manifiesto su capacidad para covertir sus defectos -un idealizado americanismo exacerbado- en una virtud de la mano del sentido emocional con el que se enfrenta a sus historias.