En el Jardín Americano de La Cartuja, los niños ya no juegan, las parejas ya no pasean, los bancos ya no se usan y las flores ya no existen. En el parque, creado con motivo de la celebración de la Exposición Universal de 1992 de Sevilla, ninguno de los doce espacios que conforma las instalaciones mantiene las formas. La suciedad, la falta de seguridad y de mantenimiento han vuelto a apoderarse de este Jardín, que se reabrió en abril de 2010, tras casi 20 años de abandono. Una tierra de nadie donde el vandalismo ha redecorado a su gusto las instalaciones del parque, dejando la pasarela fluvial sin agua y las alcantarillas sin rejillas.
Uno de los signos más claros del abandono del parque, de casi tres hectáreas, es el Jardín de Cactáceas y Plantas Crasas. Incapaz de cumplir la función para el que fue creado, -albergar cerca de 400 especies vegetales americanas-, las plantas de este espacio han sido maltratadas, arrancadas y quemadas mostrando al viandante que pasee por las inmediaciones un paisaje desolador.
Otro de los espacios más castigados ha sido el Jardín Acuático, donde un lago conectaba con el río a través de un sistema de cascadas. Ahora en el agua verde, la basura se acumula, las algas crecen a sus anchas y de la cascada, ni rastro.
“Agua hay, de lo contrario no podríamos regar. Lo que pasa que han robado las piezas de las fuentes y las rejas de las alcantarillas y eso el Ayuntamiento lo sabe”, afirma un operario de UTE Jardines Centro Sevilla. Los trabajadores se empeñan en devolverle cierta dignidad al poco césped que queda. “Al Jardín Americano suele ir un jardinero al día y a los Jardines del Guadalquivir, dos.
En total una patrulla de tres operarios al día trabajamos en ambos parques desde hace quince meses”, asegura Antonio Santiago, uno de los encargados del mantenimiento del Jardín.
Un parque sin ley
Por su parte la colonia de gatos de La Cartuja ha encontrado en el Jardín el mejor de los hogares. Los felinos rebuscan entre la basura, que los operarios de Lipasam recogen dos veces en semana, algo que llevarse a la boca.
Los usuarios del parque no están nada contentos con la situación. María Aguado pasea todos los días por el Jardín Americano con su perro y asegura que no hay luz por las noches, ni servicios ni agua potable, lo que convierte al parque en una verdadera ciudad sin ley. “No hay nadie que se encargue de la vigilancia durante el día. Simplemente llega una persona que abre a las siete y media las instalaciones y regresa a las diez y media para cerrarlas”.
El parque, que contó con una inversión millonaria, no levanta cabeza después de la disolución de la fundación que lo administraba, Naturalia XXI. Ni siquiera el aula bioclimática, construida para la recepción de grupos y la organización de actividades didácticas se ha podido salvar. El deterioro del aula es visible, lleno de óxido y pintadas. Lo único del recinto que parece no haber caído en la desidia es el carril bici que conecta el Jardín Americano con el parque del Alamillo. Casi 4,5 kilómetros dentro de otro parque venido a menos.