Juan Manuel de Prada nos invita estos días a entregarnos a ‘Mirlo blanco, cisne negro’, su última novela publicada por Espasa Calpe donde se repasa la creación literaria y sus circunstancias con el telón de fondo de las relaciones humanas, incluida la de amistad que mantienen los dos protagonistas principales de una obra de ficción cargada con experiencias personales, vivencias y hasta rasgos autobiográficos del propio autor, y que acaba convirtiéndose en una relación tóxica.
Si todas las novelas son como hijos de sus autores, ésta viene avalada por el cariño especial que el autor asegura tener hacia ella: “Es un hijo especialmente querido, un libro donde me desnudo mucho y muestro mis heridas, un trabajo difícil para un escritor; es especialmente querido, como cuando uno tiene un hijo tonto, que en vez de rechazarlo, lo quiere más. Es un hijo que lo veo más desvalido y herido porque en esta novela está mucho de mi dolor más intimo, de mis inquietudes y zozobras más inconfesables, por eso es especialmente querido para mí”.
Por decirlo de otro modo, una novela donde cualquier parecido con la coincidencia es pura realidad, porque como dice de Prada, “tiene un contenido fuertemente confesional, mi novela más personal, más sincera, más nacida de dentro, y muchas de las cosas que ocurren, no es que me hayan ocurrido a mi, es novela y como tal es un relato de ficción, pero se alimenta de lo que he vivido, mis sentimientos, desilusiones, júbilos, de mi vida de escritor. Hay más:“Es la relación entre dos escritores, un joven lleno de candor y entusiasmo, Alejandro y un veterano lleno de amargura, de heridas, un hombre que arrastra muchos dolores y muchas decepciones, y se va a tramar entre ellos una relación que empieza siendo de un deslumbramiento mutuo y poco a poco se va a convertir en una relación de dominio, de destrucción”.
Una novela que reflexiona, como el propio autor, sobre lo que supone la creación artística: “La creación literaria es también destructiva: toda vocación artística nace de una insatisfacción personal y de un choque con el mundo y evidentemente eso deja heridas, es inevitable; en la novela se dice que el verdadero escritor es el que se atreve a arrancar una pluma del ala de un arcángel para luego mojarla en tinta infernal, en el acto creativo hay una osadía de robar el fuego de los dioses como hace Prometeo pero a continuación tener el valor de hundirse en el infierno para explorar los recintos más oscuros de la naturaleza humana; es una actividad de gran tensión porque nos obliga a enfrentarnos a lo mejor y lo peor del ser humano y eso deja quemaduras. La verdadera creación artística es actividad de alto riesgo”.