Jaén dio ayer otro paso en la lucha por los derechos que reclaman los jienenses, aunque con un tímido respaldo social, que debió ser mucho mayor a tenor del agravio que sufre la provincia desde hace décadas en las políticas ferroviarias. A parte de las razones históricas por las que Jaén se convirtió en el siglo XIX en final de trayecto en el ferrocarril, decisión que lleva arrastrando y sufriendo la capital doscientos años, es curioso cómo una provincia con la situación geográfica estratégica que tiene haya sido capaz de provocar los desvíos de las principales vías de comunicación sin apenas decir esta boca es mía. Ahora, como con otras muchas cuestiones, comenzamos a reclamar lo que se nos debe, pero tímidamente aún. Cuesta entender los trazados del ferrocarril y que el viajero tenga que dar un rodeo de 100 kilómetros para viajar al sur. ¿Tienen algo esta tierra, algún problema para la ingeniería ferroviaria, que mantenga en pleno siglo XXI a la provincia de Jaén aislada del resto de España? Ni sabemos las veces que, sobre el papel, se ha hablado de la conexión por tren entre Granada y Jaén o de las velocidades más propias de diligencia que soportan los viajeros. El hartazgo llegó a tal punto que Jaén ya se conforma con unas vías que permitan viajar a más de 70 kilómetros por hora. Pero la lucha debe ser más ambiciosa y multitudinaria.
Jaén
Pocos trenes, poca protesta
Jaén ya tiene otra plataforma, en este caso del ferrocarril, pero ahora falta que el ciudadano de a pie se sume a las reivindicaciones
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