De nuevo el vandalismo y las ganas de fastidiar se han unido en un vano intento de cargarse la Navidad isleña. Es una pena comprobar lo poco que se valora el tiempo cuando por suerte o por desgracia hay mucho y libre que se puede disfrutar de mil maneras. Pero los tristes, los decepcionados y los desilusionados no ven más que un cauce para que los demás nos ocupemos de ellos mientras su charranada ocupa un espacio en los informativos locales.
El robo del Niño Jesús ha sido desgraciadamente lo más comentado durante estos días, la reincidencia además nos ha dejado perplejos. Las manos negras, autoras de tal barbaridad por inacción o tal vez por holgazaneo, se han entretenido en esperar hasta encontrar el momento y la oportunidad, sin necesidad de recurrir a la improvisación. El caso era atacar el ánimo de la gente, arrancar quejas en la calle, alargar el espacio destinado a los comentarios bajo la noticia en un vano intento, repetimos, de cargarse la Navidad Isleña.
A pesar de los casi setenta que aparecen en el móvil -la mayoría anónimos, admirable valentía- estos comentarios son como sorbitos de cicuta, porque sus firmantes se van agarrotando por la repetición y la mala baba, situación que el lector aprovecha para pasar del vistazo a la ignorancia total, encaminando la vista hacia un titular que realmente merezca su lectura y su tiempo.
Pero ellos siguen ahí, perseverando, envenenando a ver quién cae y les contesta aunque sea con insultos. Algunos llevan esperando tanto que puede que ni recuerden cuándo empezó a rizarse este bucle que día a día va perdiendo fuerza aunque parezca lo contrario. El caso es provocar, una contraseña destinada a perpetuarse, pero cada vez más débil, porque por más que se empeñen no van a conseguir abatir el ánimo de la gente ni la ilusión de los pequeños y los grandes.
En cuanto al robo del Niño Jesús, no dio tiempo a que el heno de la cunita se enfriara, pues enseguida apareció otro a pesar de lo que podía pasar y que finalmente ocurrió. Todo esto concluye en que en La Isla hay gente perversa que se alimenta del odio que va soltando en forma de renglones afanados en una falsa visibilidad, mientras que los íntegros son invisibles e incontables.
Nadie podrá opacar el brillo que la Navidad isleña va ganado año tras año. Se ve que el tiempo está muy a gusto jugando a su favor, entre las bombillas y el frío.