Salió en la prensa y las redes convirtieron la noticia en viral. Y lo merecía. Es frecuente ver todo tipo de cosas en los contenedores de basura, sin embargo resulta penoso cuando entre tanto trasto asoman libros. Seguro que nos hemos tropezado con semejante estampa en alguna ocasión, hecho al que estos renglones no han mostrado indiferencia. Hoy es distinto. Resulta que los empleados de la limpieza pública de uno de los distritos de Ankara se han dedicado a reunir todos los libros que han ido encontrando y que han salvado de la quema para darles utilidad. Un grupo de estos trabajadores se emplearon a fondo y en pocos meses reunieron tal cantidad de volúmenes que fue necesario visitar al alcalde para solicitarles un local, ya que no había donde alojarlos. Una antigua fábrica de ladrillos cerrada hacía más de veinte años, ha vuelto a dar provecho totalmente reinventada. El espacio iba a ser exclusivamente para estos empleados y sus familiares, un lugar donde podrían leer o jugar al ajedrez. Sin embargo, los libros siguen apareciendo aunque debidamente separados de los desperdicios, la gente incluso los acerca, por lo que han decidido abrirlo al público en general. No cabe duda de que es un gesto que honra, que ha dado la vuelta al mundo, un ejemplo seguido a pequeña escala que va aumentando.
La pregunta es por qué se tiran los libros, por qué se abandonan. Desde la falta de espacio al reciclaje asoman un montón de razones, sin embargo se llevan la palma la digitalización, la rapidez, la comodidad. Quién no tiene hoy una tablet, un e-book, una aplicación en el móvil para descargar los títulos más vendidos o los últimos premiados. Es fácil, no hay que desplazarse, ni perder tiempo en una cola para pagar, ni soportar el peso de la bolsa de vuelta a casa. Quienes preferimos lo contrario disfrutamos del paseo, de la entrada en la librería, la visión general preguntándonos por dónde empezar, los pasos nerviosos que nos acercan hasta el estante, el silencio que se crea entre nosotros y el libro que nos espera, todas las historias que sugieren los títulos que se cuadran ante nosotros hasta que nos paramos ante el que queremos. Disfrutamos del primer contacto, la primera apertura, el olor a papel impreso, la caricia disimulada y cálida mientras nos dirigimos a pagarlo, la noche, la luz fría, la tibieza de las sábanas, el primer capítulo y dormirnos con la certeza de que este libro nunca va a ser abandonado porque tiene estantes cercanos donde esperar a ser elegido de nuevo.