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Martes 26/11/2024
 
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Huelva

La Guardia Civil cree que Laura murió la noche del día que desapareció

La Guardia Civil asegura que Laura falleció el día 12, no dos o tres días después de su desaparición

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  • Rueda de prensa de la Guardia Civil sobre Laura Luelmo. -

Laura Luelmo murió en la noche del 12 al 13 de diciembre tras ser golpeada por Bernardo Montoya en la vivienda del asesino confeso en la localidad onubense de El Campillo. Fue el mismo día de la desaparición de la joven. Eso es lo que asegura la Guardia Civil, dato que contradice al primer resultado de la autopsia practicada al cuerpo de la joven en el Instituto de Medicina Legal (IML) de Huelva, que dice que Laura murió entre dos y tres días después de su desaparición.  

El coronel jefe de la Comandancia de la Guardia Civil de Huelva, Ezequiel Romero, y el teniente coronel de la Unidad Central Operativa (UCO), Jesús García Fustel, ofrecieron en la mañana de este miércoles en Madrid algunos detalles de la investigación del caso, todavía sin culminar.

A la espera de las conclusiones de la autopsia definitiva, los investigadores creen que falleció la misma noche de la desaparición, aseguran que la joven permaneció durante escasos minutos en el domicilio del asesino y que éste la llevo enseguida al lugar en el que fue hallado el cuerpo el día 17.

El caso de Laura Luelmo comenzó el día 12 de diciembre. Ella impartió clases de Plástica en el IES Vázquez Díaz de Nerva en horario matinal. Posteriormente, se desplazó hasta su vivienda de El Campillo, situada en la calle Córdoba, donde llevaba residiendo desde el lunes 10. Laura envió su último mensaje vía Whatssap a su novio Teófilo a las 16.22 horas. En él decía que “no sabía si ir a correr o pasear porque hacía mucho viento”.

Ella fue a un supermercado del municipio a comprar huevos, dos botellas de agua y patatas fritas a las 17.20 horas, tal y como recoge un ticket de compra que apareció días posteriores.

En torno a las 18.10 horas aproximadamente un vecino vio el coche de Bernardo Montoya en la puerta de su casa con el maletero abierto. Todo apunta a que entre las 17.20 y las 18.10 aproximadamente fue cuando Bernardo metió a la fuerza a Laura en su casa. Según confesó el asesino, él se encaprichó de la joven.

Ya dentro de la casa de Bernardo, que vivía en la casa de enfrente a la de Laura, él le ató las manos por detrás, le tapó la boca con una cinta para que no gritara y la tiró al suelo.

A Bernardo se le olvidó un brasero en el poyete de su casa y fue a por él para no levantar sospechas a los vecinos. Cuando volvió a casa, ella le dio a él una patada en el costado. Él se cabreó y le dio un golpe contra el suelo. Se asustó y se la llevó al lugar en el que el lunes 17 fue encontrado el cuerpo sin vida. Según la Guardia Civil, Bernardo no volvió a llevar a su casa a Laura. Eso sí, el se fue al centro de salud de Cortegana aquejado de un dolor en la zona del costado.

Esta es la investigación hasta ahora realizada por la Benemérita, pero pasaron más cosas desde el día de la desaparición de la joven hasta encontrar su cuerpo.

El día 14 de diciembre llegaron al Ayuntamiento de El Campillo el padre y el novio de Laura. Ahí arrancó la búsqueda de la joven y la investigación.

Lo primero fue entrar en la casa de Laura y estaba todo en orden. Sólo faltaban unas zapatillas de deporte y unas mallas. A la salida de la investigación de la vivienda de Laura, un equipo de la Policía Judicial vieron a Bernardo, lo identificaron y le preguntaron si conocía a Laura. Él contestó que “no sabía que hubiera allí nadie viviendo”. A partir de ahí, la policía precintó el domicilio de la joven y colocó una patrulla allí 24 horas.

El sábado 15 de diciembre, la Guardia Civil localizó en la parte noroeste de El Campillo la señal del móvil de la joven profesora zamorana. Empezó la búsqueda con un radio de cinco kilómetros. Bernardo era el sospechoso por su historial delictivo.

La Guardia Civil tuvo constancia de que el asesino confeso estuvo por la tarde en la casa de su padre en Cortegana. Allí estuvo con su coche Alfa Romeo de color negro. Posteriormente, él se marchó con su vehículo dirección Sevilla.

Ya el domingo 16 de diciembre se realizó una nueva batida con un mayor número de efectivos. La idea era rastrear un máximo de diez kilómetros de radio. Ese día se rastreó la zona en la que posteriormente fue hallado el cuerpo. Pero según Ezequiel Romero, es “normal” que pasara desapercibido el cuerpo porque no se veía a más de metro y medio, ya que Laura estaba en una zona de jaras y arbustos. Esa era la zona que indicaba la localización de su móvil.

Ese mismo domingo, a última hora de la tarde, Bernardo, “pegado a la pared”, fue a su casa pero al ver el coche patrulla se dio la vuelta. Posteriormente fue visto en una gasolinera de Palos de la Frontera.

Ya el lunes 17, un joven alertó de que vio prendas de ropa femenina. Posteriormente, una patrulla del Seprona vio el cuerpo. Eran las 12.30 horas y el cuerpo no se levantó hasta las 18.30 horas. A Bernardo no se le localizaba y se pidió un mandamiento judicial para entrar en su casa y localizar su teléfono. El cuerpo de Laura apareció sin vida y ella estaba desnuda de cintura hacia abajo. Fue víctima de agresiones sexuales.

El martes 18 fue el día de la detención del asesino confeso. Él fue a Huelva en coche y se paró un momento en el Hospital Juan Ramón Jiménez de la capital “para ir al servicio”. Un coche patrulla le seguía los pasos. Bernardo se alertó a la altura de Valverde del Camino, dejó el coche aparcado y se fue corriendo por un camino de campo. Ahí fue detenido. A última hora de la tarde “se inventó muchas cosas”, según el coronel, y reconoció los hechos.

Él dijo que le gustó mucho Laura, que ella se dio un golpe en la frente con el coche y que se la llevó y tiró al campo.

Bernardo Montoya, en su declaración, también aseguró que llevó el cuerpo de Laura envuelto en una manta que tenía sangre de los dos.

Posteriormente tiró la manta en un sitio y los objetos que llevaba Laura en otro. La Guardia Civil encontró el día siguiente todos los objetos y fueron analizados por los investigadores.

Según la hipótesis de la Guardia Civil, la “autoría absoluta” del crimen es de Bernardo Montoya, Laura Luelmo estuvo en casa del asesino poco tiempo y él se la llevó en el maletero del coche al campo. Allí rompió el móvil, junto al cuerpo de la joven.

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