El término ética procede del griego ethos que significa carácter, creencias, normas o ideales inculcados en un grupo o comunidad. La ética normativa estudia el comportamiento humano en cuanto bueno o malo, y trata de orientarnos en la toma de decisiones según el código moral vigente en una sociedad. En general, se diferencia entre ética consecuencialista, deontologista y ética de la virtud.
Para los consecuencialistas el fin justifica los medios. Que un acto sea bueno o malo depende exclusivamente de sus consecuencias. En esta corriente se encuentra el egoísmo moral, que considera que una acción es moralmente correcta solo cuando sus consecuencias son favorables al que la realiza. Por ejemplo, si hago una promesa y la rompo, será bueno si me beneficio. También dentro del consecuencialismo están los utilitaristas, para los que una acción será moralmente correcta solo cuando sus consecuencias sean favorables para una mayoría. Así, si romper una promesa beneficia a más personas que cumplirla, entonces es mejor romperla.
Los deontologistas sostienen que hay determinadas cosas que uno debiera hacer y otras que no debiera hacer, independientemente de cuáles sean los resultados. El fin no justifica los medios empleados para alcanzarlo, y siempre deberá hacerse lo correcto. La ética de las virtudes se enfoca en la importancia de desarrollar buenos hábitos de conducta o virtudes buscando el bien, y evitando los malos hábitos o vicios. Aristóteles, en su Ética a Nicómaco, plantea la virtud como rasgos que nos ayudan a llevarnos bien y ser afines entre nosotros, tales como la justicia, la templanza, la fortaleza y la piedad.
En ciertos ámbitos de nuestra sociedad parece que no queda espacio para la deontología ni para la virtud. Claramente predomina el egoísmo directamente amoral o inmoral, y el utilitarismo para beneficiar a ciertas “mayorías minoritarias”. Si tratamos de determinar lo que es bueno o malo según el código moral que se quiere implantar en nuestra sociedad actualmente, lo bueno parece ser aprovecharte de quien sea si tienes la ocasión, decir una cosa y hacer lo contrario, fomentar desigualdades territoriales, que los delincuentes redacten leyes que les exoneren, traicionar y vender a quien sea por conseguir o mantener el poder; ni siquiera es malo que te pillen haciéndolo. Lo malo es que se te acabe el chollo porque otros que están por encima puedan verse perjudicados. Se quiere imponer una nueva moral en la que el hábito sea la mentira y la corrupción y se pervierta la justicia. Ojalá despertemos.
