Estados Unidos celebra elecciones el cinco de noviembre, cuando el verano ya sea un recuerdo invisible en la memoria. Kamala Harris ha irrumpido tras la renuncia de Biden como una esperanza luminosa y risueña en un país que ilusiona poco. Biden, durante su mandato, ha hecho teología del capitalismo, y Trump practicó desde la Casa Blanca un uso y abuso del capitalismo. Y emerge ahora la figura de J.D. Vance, aspirante a vicepresidente republicano, para insinuar que la culpa de la pobreza la tienen los pobres, pese a proceder de una familia modestísima y de una tierra arrasada, los Apalaches. De la política de EEUU nunca cabe esperar la luz (o casi nunca), y hay que resignarse con que dé menos miedo.
Los niños de los 60 oíamos hablar con admiración de Estados Unidos, pero nos sobresaltaba el dolor con el que nuestra abuela seguía el Telediario en la televisión marca Iberia, con los asesinatos del presidente John Kennedy, de Martin Luther King (rota para siempre su mirada de hombre bueno), y de Robert F. Kennedy (las farolas de la calle Bravo Murillo de Madrid se cubrieron de cartelones de fondo negro con letras blancas, que decía “han matado a Bob”, como anuncio, creo recordar, del semanario ‘Blanco y Negro’). Biden tenía que dimitir como candidato, claro, pero no solo por su mala salud física y mental, porque la enfermedad dignifica a los viejos, que la sobrellevan con naturalidad, porque han comprendido que forma parte de la vida y, sobre todo, de la muerte, Biden, decíamos, debía retirarse de la carrera presidencial por la escasa brillantez de su mandato, con desatinos como la repentina retirada total en agosto de 2021 de las fuerzas de combate de EEUU en Afganistán, con esa imagen estremecedora del último avión occidental despegando con gente absolutamente desesperada corriendo a su vera por la pista del aeropuerto, personas que quedaban desamparadas bajo la amenaza de cuchillo de los talibanes. Aquella decisión, esa muestra evidente de debilidad, favoreció que se creciera Putin, y otros males que llegaron después.
Kamala Harris tiene un mensaje claro: presentar su lucha con Trump como la de una fiscal contra un criminal convicto. D.A. Vance publicó en 2016 un libro autobiográfico en el que sostenía: “Le metemos una sierra por el culo a quien insulta a nuestra madre”. El libro, desde luego, no es el de un fino estilista. Las elecciones norteamericanas, en noviembre. Ahora, mejor, nos vamos a la playa.
