Sí, como de costumbre no puedo omitir empezar diciendo: Sí, me duele en el alma lo que está ocurriendo en una entidad que, como elemento instrumental de la Asociación de Padres y Protectores de Personas con Discapacidad Intelectual de Huelva, nacido hace más de 24 años -fatídico aniversario si se llegasen a cumplir los pronósticos más pesimistas- para facilitar el acceso al trabajo de 9 de sus afiliados y las directrices técnicas y casi empresariales de, entonces, 4 monitores especialistas en temas afines con la profesión que ha dado a Huelva una amplísima y variada producción gráfica e incluso editorial, de gran prestigio y santo y seña por aquello de ser “la imprenta de Aspapronias”…
Lamentablemente, está viviendo uno de sus peores momentos después de que el nunca mejor llamado Centro Especial de Empleo se viese peligrosamente en la cuerda floja a consecuencia de aquella nefasta pandemia, y el año 2022 le permitió un respiro, pero al ‘desligarse’ por prescripción tutorial de la Junta de Andalucía, de su dependencia de la propia Aspapronias -o sea, que se quedó un tanto huérfana como sociedad limitada (¿)- ha venido pasando por numerosas dificultades que ahora mismo, sin más pausas de un no memos nefasto verano apenas sin actividad, solo mejoraría su actividad con esos encargos de impresión a los que suele dar respuesta con garantía y en tiempo razonable y se convierte indirectamente en su protector más selecto…
Sí, de todo ello doy fe, y tengo que confesar que la mejor ayuda que podemos aportar tiene, inexorablemente, que llevar el sello económico, ya que ahora mismo esa docena de personas, trabajadores y técnicos de la imprenta de Aspapronias lleva 4 meses sin percibir sus haberes, lo que conlleva una peligrosa ralentización del trabajo y las correspondientes entregas, ya que la Junta Directiva tomó hace varias semanas la peligrosas decisión de prescindir del gerente de este CEE que, eso sí, sigue a expensas de sus trabajos y, por supuesto, de las ayudas en forma de subvenciones emanadas de la Junta de Andalucía, en gran medida. Tiempos atrás, cuando dependían de la propia Aspapronias había que recurrir -yo fui testigo inconformistas como presidente- a pólizas de crédito para satisfacer nóminas y atender otras necesidades, solventadas en aspectos como pequeños-grandes milagros de los ayuntamientos de Palos de la Frontera y de Huelva, el primero sufragando una furgoneta adaptada para el transporte de las personas atendidas por las distintas dependencias y actividades de la entidad.
Las nuevas tecnologías y lo que podríamos llamar el divorcio entre Aspapronias y su imprenta han ido minando el trabajo de estas personas que, de desaparecer “la imprenta”, lo más probable es que vayan al paro y, en la calle, se vean desprotegidas por aquello que muchos estiman se trata -me gustaría equivocarme- de una gestión no afortunada, pero, eso sí, sobre todo condicionada por una normativa como desgajar la imprenta de su “madre Aspapronias”, que estuviese bien o mal hecho habría permitido cierta normalidad empresarial que es, en definitiva, el ambiente que siempre se ha respirado en esta imprenta para mí entrañable y para muchos organismos y entidades que han confiado para editar todo tipo de impresos, folletos y hasta libros, revistas y otras muchas publicaciones.
Sí, todo esto ha permitido valorar su seriedad y prestigio en los trabajos realizados y, ante todo, los muchos malabares a los que Aspapronias solía recurrir para mantener la armonía y estabilidad económica de esa docena de personas ahora mismo en bancarrota -permítaseme la expresión ante el pesimismo reinante en este centro de trabajo cuya desaparición debemos impedir a toda costa, como padres y ciudadanos que con sus modestas cuotas no van a ser capaces de salvarlos-. Solo con mejorar la actividad con esos encargos de impresión a los que -repito e insisto- suele dar respuesta con garantía y en tiempo razonable, todos a una, se convertirían indirectamente en su protector más selecto y seguro…
Sí, que la oscuridad del túnel se hace imparable y que un golpe maestro entre empresas, instituciones y la propia Junta de Andalucía tienen la oportunidad y responsabilidad de poner al día nuevas y atractivas actividades y encargos para que nada decaiga en esta Aspapronias surgida la víspera de Navidad de 1965 y un centro de trabajo para personas con discapacidad intelectual que, ironías aparte, se encuentra en un sendero a lo peor equivocado pero que se puede enderezar para, entre todos, se constituyan en un aliciente para demostrar una gestión, hasta no hace mucho ejemplar en el mundo de la discapacidad de nuestros días. Eso…