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Martes 26/11/2024
 
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Los riesgos de un alcalde medio pensionista

Zoido quiere el estatuto de capitalidad para Sevilla pero quien se opone no es Griñán sino su compañero, el alcalde de Málaga

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  • Miembros del PP -

El pasado 30 de mayo, festividad de San Fernando y Día de Sevilla, Zoido ya estaba en disposición de aprovechar la solemnidad de la jornada para presentar públicamente una iniciativa de gran calado político que había incluido como una de las prioridades de su mandato en la carta que el 5 de septiembre de 2011 dirigió al presidente de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán: un proyecto de ley que reconociera a Sevilla un estatuto especial por su condición de capital de la comunidad autónoma.

Sin embargo, Zoido prefirió esperar a una mejor ocasión para sacarse ese as de la manga, quizás pensando en un futuro debate sobre el estado de la ciudad, porque de haberlo hecho el día de San Fernando su iniciativa habría restado interés al eco mediático incluso nacional conseguido por la aceptación de Felipe González del título de Hijo Predilecto de Sevilla y la de los comisarios de la Expo-92, Manuel Olivencia y Emilio Cassinello, como Hijos Adoptivos, en el XX aniversario de la Muestra Universal.

Un alcalde del PP había conseguido al cabo de veinte años lo que ninguno socialista había podido anteriormente: saldar la deuda de Sevilla con Felipe González. Zoido no quería que ningún otro asunto, por importante que fuera ‘a priori’, hiciera sombra al acto de entrega de las medallas, que podía rentabilizar política y mediáticamente sin necesidad de malgastar una de las balas que guarda en la recámara para la segunda fase de su mandato.

Compensaciones por ley
Según el borrador del estatuto de capitalidad de Sevilla, que primero debe presentar ante el Pleno municipal para que luego el PP lo haga suyo en el Parlamento de Andalucía y obligue a ‘retratarse’ a los diputados sevillanos del PSOE e Izquierda Unida a fin de que  pueda obtener luz verde, la condición de capital supone “cargas extraordinarias para las arcas municipales”, sin que las mismas “hayan recibido compensación alguna por parte del Gobierno andaluz que amortigüe sus efectos”.

Dicho en plata, Zoido pretendería que la Junta de Andalucía libre en sus Presupuestos anuales una partida especial para ‘indemnizar’ a Sevilla por los gastos que, por ejemplo, le supone tener que movilizar a la Policía Municipal y a Lipasam cada vez que miles de andaluces procedentes de toda la región utilizan las calles de la ciudad como manifestódromo en contra del Gobierno andaluz, cortan el tráfico y dejan a su paso un reguero de basura.

Zoido se lo expresó a Griñán en estos términos en su carta de hace nueve meses, con la que daba inicio al curso político 2011-2012: “Sevilla debe ser la capital real de Andalucía. Así lo recoge el Estatuto Andaluz. Sevilla sigue sin tener las competencias y la financiación necesarias para desarrollar la actividad de una capital, como ya tienen Madrid, Barcelona, Santiago de Compostela o Palma de Mallorca. Sevilla debe ser la capital real de Andalucía ; por ello, señor Griñán, usted no puede permitir que se demore más la ley de Capitalidad que necesita la ciudad. Usted no ha dado ningún paso y ha mostrado su desprecio a esta solicitud más que justificada”.

Oposición de Málaga
El problema para Zoido no es que, según él, sea Griñán quien supuestamente desprecia una solicitud que oficialmente nunca ha sido presentada y ante la que por lo tanto no ha podido pronunciarse, sino que quien se opone rotundamente al estatuto de capitalidad para Sevilla es su compañero de filas y rival en el PP al tiempo que alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, el cual mantiene la animadversión antisevillana fomentada en la capital de la Costa del Sol a raíz de la Transición.

Francisco de la Torre ha saltado inmediatamente a la arena política cada vez que, en plan Guadiana, reaparece esta cuestión. Al contrario que Monteseirín en sus tiempos de alcalde y de Zoido ahora, De la Torre entiende que Sevilla no sólo no sufre perjuicio por ser la capital política de Andalucía y albergar la sede del Ejecutivo y del Legislativo, sino grandes beneficios en forma de inversiones en el sector inmobiliario y en los servicios, y de puestos de trabajo para decenas de miles de funcionarios, con los consiguientes ingresos para la ciudad y sus habitantes.

El alcalde malagueño ha declarado más de una vez que otorgar un status diferenciado a Sevilla por su capitalidad con partidas presupuestarias específicas sería el equivalente a “regalarle una Expo cada año”, y que si Sevilla se cree perjudicada, Málaga está dispuesta a ejercer “gratis” la capitalidad de Andalucía.

Dedicación exclusiva
Y ahora, de repente, la dimisión de Arenas convierte a Zoido en presidente del PP de Andalucía y futurible candidato a la Presidencia de la Junta dentro de cuatro años, y le obliga, en un ejercicio que puede desembocar en la esquizofrenia política, a pensar y actuar como alcalde de Sevilla y líder regional de su partido, y a dividir su tiempo entre la Plaza Nueva, sede de la Alcaldía, y la calle de San Fernando, sede de la Presidencia del PP(A). Zoido se convierte, obligado por la fuerza de las circunstancias, en un alcalde a tiempo parcial, medio pensionista, al igual que en un presidente del PP (A) a media jornada, cuando tanto Espadas como Torrijos, su oposición en el Ayuntamiento, y Francisco de la Torre, su oposición dentro de su partido, le exigen dedicación exclusiva en cada una de ambas funciones, algo que se antoja imposible físicamente.

Esta duplicación de funciones, unida a las que ya ejerce al margen de la Alcaldía como diputado en el Parlamento autonómico y presidente de la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP) , le va a restar tiempo para dedicárselo tanto a Sevilla como a Andalucía y, por otra parte, va a condicionar su estrategia política como alcalde al tener que supeditarla a la de presidente de los populares andaluces  para no abrirse frentes internos en su partido que cuestionen su recién estrenado liderazgo.

Una disyuntiva tras otra
¿Se atreverá Zoido a presentar y defender como alcalde de Sevilla y diputado andaluz en el antiguo hospital de las Cinco Llagas  un estatuto de capitalidad para nuestra ciudad a riesgo de crear un cisma interno en el PP de Andalucía con el alcalde de Málaga y los de las capitales orientales de la comunidad autónoma? O, por no enfrentarse a Francisco de la Torre ¿dejará de presentar el proyecto de ley sobre el estatuto de capitalidad para Sevilla que ya tiene preparado en el cajón?

¿Exigirá Zoido como alcalde de Sevilla que la Junta de Andalucía sufrague tres líneas subterráneas de Metro cuando en su partido el alcalde de Málaga le puede exigir que defienda que se dé prioridad en las inversiones a la capital costasoleña porque ni siquiera está acabada aún la primera línea de su suburbano o, en caso contrario, crear un agravio comparativo con los malagueños?

Y así pueden seguir planteándose preguntas en todo tipo de cuestiones que supongan una disyuntiva entre Sevilla y el resto de Andalucía. Los sevillanos mirarán con suspicacia a su alcalde si entienden que baja la guardia tanto en el tiempo de dedicación a la ciudad como en el nivel de reivindicaciones a la Junta, y los militantes y simpatizantes del PP del resto de Andalucía pondrán la lupa para ver si su sevillano presidente regional defiende iniciativas más relacionadas con su condición de alcalde que de líder del PP andaluz.

Conflicto de intereses
La doble condición de Zoido de alcalde de Sevilla/presidente del PP andaluz puede tener un efecto ‘boomerang’ para nuestra ciudad, porque ¿cómo el presidente del PP(A) que se tendrá que enfrentar en la tribuna del Parlamento y en los medios de comunicación al presidente de la Junta, y cuestionar sus políticas y crear un ambiente de tensión entre ambos, podrá ir luego con la camiseta puesta de alcalde de Sevilla a pedirle a Griñán un trato especial para la ciudad en capitalidad y otras materias y sin hacer previamente concesiones a los barones del PP en la región?

Puede que con el nombramiento de Zoido el PP (A) haya ganado un presidente y un futurible candidato a la Presidencia de la Junta evitando al mismo tiempo el miedo al vacío y a una crisis interna que propiciaba la marcha de Javier Arenas, pero Sevilla ha perdido a un alcalde que prometió serlo las veinticuatro horas del día y ahora se queda en régimen de media pensión en el Ayuntamiento y con un ojo puesto en su otro despacho de la calle San Fernando.

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