Ayatollah antinuclear
Diga lo que diga el Consejo de Seguridad Nuclear sobre la central nuclear de Garoña, que ya ha dicho que puede funcionar al menos diez años más con plenas garantías de eficiencia y seguridad...
Da lo mismo que el CSN, donde el PSOE tiene peso específico, diga lo que diga. Da lo mismo que Felipe González que fue quien, erróneamente y por razones ideológicas, impuso la moratoria nuclear, diga un día sí y otro también que hay que dar marcha atrás, que no hay que cerrar centrales y que hay que reconsiderar la política energética. Da igual que no hayamos tenido un debate de fondo sobre la política energética que España necesita para los próximos veinte o treinta años, que es como se planean estos asuntos si se quiere ser serio. Da igual que compremos energía nuclear a Francia y que asumamos los riesgos de tener centrales nucleares a tiro de piedra del territorio español. Da igual todo, porque Zapatero –con la disconformidad activa de algunos de sus ministros y el silencio culpable de otros– tomó la decisión hace tiempo y no piensa bajarse del burro. Eso sí, esa medida –al contrario que la del aborto– estaba en su primer programa electoral y en el segundo. Es decir, Zapatero no es el único responsable. Lo es el PSOE en su conjunto.
Lo que no parece razonable ni tiene defensa es que el presidente engañe a los ciudadanos. Lo ha hecho en televisión, en declaraciones a Cuatro, ofreciendo datos que no responden a la verdad. Ha dicho que la norma es el cierre a los 40 años y que sólo seis centrales nucleares en el mundo tienen permiso para sobrepasar ese plazo. La realidad es que hay más de 60 centrales con permiso para funcionar hasta los 60 años, 10 de ellas similares a la de Garoña. No es cierto, que sólo se esté construyendo una central nuclear en el mundo. Hay cerca de 40. Y es mentira que al consumidor le cueste lo mismo un kilovatio producido por energía eólica que por la nuclear. El presidente confunde lo que se paga con lo que cuesta, y la eólica, por ejemplo, cuesta casi el doble que la de procedencia nuclear. Si cerramos Garoña, la energía que produce hoy esa central la vamos a pagar más cara todos los españoles.
En resumen, se puede, pero no se debe mentir, sin rubor, a los ciudadanos. Tenemos gobernantes que parecen empeñados en obligarnos a hacer lo que ellos quieren, en lugar de servir a los ciudadanos. La izquierda tiene muchas cosas buenas, pero se complace a menudo en ese dirigismo cultural o ecológico trasnochado y antiguo. No hay ninguna razón técnica, de seguridad, económica o social para cerrar Garoña. Todo lo contrario. Salvo que algún ayatollah decida por todos nosotros.
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