"España mía, combate, que atormentas mis adentros, para salvarme y salvarte, con amor te deletreo". Gabriel Celaya.
Estudios realizados con simios, que al parecer disponen de un cerebro lo suficientemente sofisticado como para cambiar de opinión, demuestran que estos animales son capaces de hacerlo en un segundo porque carecen de complejos y, por ello, descartan rápido una idea si otra la mejora; en cambio a los humanos, que tenemos un cerebro infinitamente más sofisticado, nos resulta casi imposible. Quizás por el miedo a reconocer haber estado equivocados, pero lo cierto es que en general somos incapaces de dar marcha atrás pronunciando dos palabras tan sencillas y de bonita sonoridad como son: tienes razón. La prepotencia, ese mal tan endémico en los humanos, es como un manto de niebla que nos ciega e impide que veamos más allá de unos pocos metros y solo la inteligencia elevada conduce a la humildad necesaria, imprescindible, que permite escuchar a los demás, entender lo que dicen y darles la razón cuando procede; reconocer un error engrandece porque resume sensatez, humildad y altura intelectual.
Errores. Vaya por delante que el primer acto violento que se ha cometido en este duro trance que atraviesa el país es el de aquellos que han desafiado el estado de derecho saltándose la Ley, no hay violencia mayor, porque esa y solo esa provoca, e incluso justifica, todo lo demás. Dicho lo cual, el PP no debió permitir nunca la carga policial porque era desmedida y sin sentido y además sólo sirvió para que la imagen del 1O fuese la que mejor le venía al independentismo, alimentándolo de forma voraz como lo harían los arrestos de los líderes del separatismo. Al PP le cegó la misma prepotencia que le ha cegado estos meses atrás para no gestionar una crisis que está poniendo a toda la nación contra las cuerdas y que, desde luego, no es un asunto menor. Pero las cosas hay que llamarlas por su nombre y en este asunto, sin ambigüedades, hay que estar con el Gobierno, con la Constitución y los partidos que la defienden, con la Ley, con las fuerzas del orden público y con la unidad nacional sin fisuras; otra cosa es que en paralelo se fomente una reforma pactada de la Constitución, que seguramente toque ante la necesidad de adaptarla a un presente distinto a cuando la de ahora se redactó en 1978.
Y si todo el mundo sabe dónde está el PP y cuál es su postura, y si todo el mundo conoce la posición de Podemos, que prosigue en ese paseo permanente por Venezuela, o la de Ciudadanos, guste más o menos la de cada cual, el PSOE, que es posiblemente el partido más importante en esta situación porque sería el que lo uniría todo, se mantiene escondido en la niebla, amagando sin dar, manteniendo un discurso en Cataluña, otro en Madrid y, cómo no, un tercero en Andalucía, como siempre. Decía un dirigente sobre esto que si acudes al Bernabéu con una pancarta que diga Cataluña Independiente, "te echan a patadas", si la llevas al Camp Nou "te sacan a hombros", pero si en ambos estadios vas con otra que diga Por un Estado Plurinacional "nadie te haría ni puñetero caso. Ni te mirarían. Y así estamos nosotros", en un camino continuado hacia el socialismo francés y a ese escaso "siete por ciento de apoyo que alcanza hoy en el electorado". En la vida es en el drama cuando uno saca lo que de verdad tiene dentro y demuestra de la pasta de la que está hecho y quizás lo único bueno de todo lo que está sucediendo estos días en España es que se han caído los velos y todos están mostrando su auténtico rostro. No quedan rincones donde esconderse.
El código. Resulta evidente que todo tiene consecuencias. Por ejemplo, mientras algunas empresas con sede en Cataluña ya han anunciado su traslado a Madrid, otras tantas lo preparan ante lo que se podría avecinar. Circula por redes el código de barras que empieza por 15 y que identifica a los productos que proceden de Cataluña y, claro está, se propone boicot sobre ellos. No hay que olvidar que Cataluña exporta más a Aragón que a Francia y que del mismo modo que la carga policial alimenta el independentismo, todo lo demás alimenta el anti catalanismo. Un ejemplo cercano de preocupación extrema: La Caixa se hizo con el servicio de recaudación de la Diputación de Cádiz y lleva el de muchos ayuntamientos de la provincia, entre ellos, por ejemplo, el de Jerez, donde con 30 oficinas abiertas es la entidad que más presencia tiene de cara al ciudadano y de hecho la mayoría de los empleados municipales tiene sus nóminas domiciliadas ahí porque las transferencias son más rápidas y además el antecedente de la Caja de ahorros de Jerez implica que una mayoría de jerezanos la tengan como banco. Recauda los impuestos en Cádiz, pero tributa en Barcelona, que es donde terminan sus beneficios. ¿Hasta qué punto La Caixa secundaría la independencia de Cataluña y qué efectos sobre ella tendría en clientes dispuestos a hacer efectivo el boicot a productos catalanes y, entre ellos, la banca? La sangría está resultando sonora y solo esta semana han perdido en Jerez y otros municipios de la provincia muchos millones de euros que se han trasladado a otras entidades, como por ejemplo Bankia.
El cambio de sede de las entidades financieras catalanas a cualquier ciudad de otra comunidad autónoma lo que busca es prevenir masivas fugas de clientes, porque una independencia o declaración de República unilateral no tiene efectos jurídicos ante el Banco Central Europeo, para el que Cataluña seguiría siendo España y mantendría asistiendo de liquidez a las entidades bancarias con sede en Cataluña. Este no es el problema a corto que preocupa al Banco Sabadell o a Caixa Banc, el tema es que sus beneficios dependen del número de operaciones y este del volumen de clientes y tienen muchos más en el resto de España que en Cataluña; no pueden correr riesgo alguno a la fuga masiva de cuentas y depósitos. Para la Generalitat, estos traslados de sede le debilita en el mundo financiero. A mayores, un boicot severo contra los productos catalanes provocará salida de las grandes marcas a otras comunidades y Cataluña reducirá los ingresos por IVA, ya que hace unos años consiguió para ella la recaudación por los productos de empresas con sede catalana -lo que no tiene ninguna otra comunidad autónoma-. Quizás este movimiento del poder económico y la perspectiva de su desastre es lo que ha hecho retrasar a Puigdemont la convocatoria del pleno del Parlamento, ahora anulada por el Tribunal Constitucional, lo cual podría resultar un respiro para ganar tiempo. No cuela que no convocase su celebración el mismo lunes, para el miércoles pasado con la excusa de esperar al escrutinio definitivo de los votos de ese referéndum ilegal porque ese escrutinio ya sabemos que sea el que sea es un fraude. De ahí que esta excusa, como apelar a no sabemos qué tipo de mediación y para qué sólo denota que está ganando tiempo.
El 155. Nadie se explica por qué el Gobierno de Rajoy no ha acordado hace días la aplicación del artículo 155 de la Constitución, motivos los ha tenido desde que el 6 de septiembre aprobaron la Ley de referéndum y la de transitoriedad y fundacional de Cataluña y mucho más desde el pasado domingo. Parece como si también desde el Gobierno se quiera ganar tiempo. Y no se comprende porque el 155 no es de resultado inmediato. Requiere un procedimiento que, como mínimo, lleva unos 6 días. Si el Consejo de Ministros aprueba la activación, tiene que mandar un requerimiento a la Generalitat para que cese en sus pretensiones anticonstitucionales, ilegales o atentatorias contra el interés general; ante la negativa o persistencia, se traslada al Senado que, de acuerdo con el artículo 189 de su Reglamento, remitirá el expediente a la Comisión General de las Comunidades Autónomas que remitirá al presidente de la Generalitat un requerimiento para que presente alegaciones para, una vez recibidas o transcurrido el plazo sin recibirlas, emitir un dictamen sobre la procedencia de la aplicación del 155. De ser favorable, el pleno del Senado debatirá y votará la petición, debiendo salir con mayoría absoluta, lo que el PP tiene asegurado. Una vez aprobada la aplicación de lo establecido en el 155, lo que permite al Gobierno es adoptar las medidas necesarias para el restablecimiento de la legalidad, no supone disolución de las instituciones autonómicas, aunque consecuencia clara será la convocatoria urgente de elecciones en Cataluña.
El Rey. No cabe duda que Felipe VI ha ganado puntos ante la mayoría de españoles, su claridad, contundencia y deliberada omisión a la llamada al consenso, que siempre había caracterizado sus discursos y los de su padre el emérito, y ni tan siquiera una frase en catalán –que habla perfectamente- nos trasladó lo que los españoles necesitábamos escuchar. Unos dicen que su mensaje era una orden clara al Gobierno y un aviso sin fisuras a los independentistas. Otros, que la Zarzuela elige bien el momento y su salida iba precedida de la información de los sucesos que se iban a empezar a producir -los que ahora conocemos, los que aún no y los que nunca sabremos- porque el Rey nunca se expone a un fracaso. Sea como sea, lo seguro es que al Rey no se le va de las manos sus puntuales intervenciones, medidas, calculadas -hasta el color de su corbata- y con algún comodín en la manga. Al contrario que a muchos de los actores políticos, que la situación les ha venido grande y que cegados e incapaces de reconocer errores se dirigen a la negra atracción de un abismo que les llama y dispuestos parecen pese a que el salto solo conduce al vacío.