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En román paladino

Corrupción/Putrefacción

Está más que justificada la admonición que nos lanzó Richard Price: “Nada requiere más vigilancia que el poder”

Publicado: 16/07/2018 ·
23:02
· Actualizado: 16/07/2018 · 23:02
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Autor

Rafael Román

Rafael Román es profesor universitario, miembro del PSOE, exconsejero de Cultura y expresidente de la Diputación de Cádiz

En román paladino

El autor aborda en su espacio todos los aspectos de la actualidad política tanto de España, Andalucía y la provincia de Cádiz.

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Cuando pasan casos de corrupción hay que hacer caer los rayos y truenos sobre los corruptos. Eso está bien. Es estimulante. Es un acto –tardío desde luego- pero finalmente  un acto de justicia. Sabemos siempre que hay unas causas lejanas, pero de fondo, que son las que las motivan. La más lejana la dijo el filósofo de la prusiana  Könisberg –hoy la rusa Kaliningrado- Kant: “La santidad no es de este mundo”.  Por eso está más que justificada la admonición que nos lanzó Richard Price: “Nada requiere más vigilancia que el poder”. Las cosas serias son así.

Pero hay causas más cercanas, mas abordables que la general –y muchas veces admirada, la admiración al pícaro-  de una verdadera carencia de ética pública. No siempre, pero sí en multitud de ocasiones, la financiación “extra” de los partidos ha estado en el origen de bastantes tropelías en el sector público. Los partidos han vivido casi siempre por encima de sus posibilidades, algunos de sus dirigentes también. La insuficiencia de los controles legales y de los órganos elegidos para ello  son  corresponsables. Pocos casos no se corrigen sino porque la prensa los saca a la luz, no porque  los organismos –Tribunal o Cámara de Cuentas- los pongan ante el tapete de la opinión para su censura.  Las administraciones más proclives a la corrupción son aquellas en las que hay más abundancia de cargos públicos que deben su situación  a un nombramiento político y no a su carrera profesional. Si, además, los que están en la política no tienen profesión previa se dan todas las salsas para que defiendan con uñas y dientes sus modos de vida y sus puestos políticos, que son al propio tiempo laborales. 

Cuando es detectada la corrupción hay que acudir a las causas y cortar. No hay otra solución. Y hay que  remirar cual era la mano que mecía la cuna. Cuando vemos lo que ha sucedido en la Gürtel hay que profundizar en el beneficiario político de la trama. Los tribunales ya lo están diciendo en sus sentencias. En el caso escandaloso de la  Faffe hay que hacer lo propio. ¿Quién nombraba? ¿Quién se beneficiaba? ¿Qué cargos políticos impulsaban a esos personajes de los que hoy nadie se hace responsable? Se llama responsabilidad política, no penal.


La democracia representativa se basa en la confianza. La honradez intransigente es una condición imprescindible para su supervivencia.

 

 

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