El final todavía no está escrito, pero si de algo se está más que seguro es que no terminará bien; se intuye que el aparcamiento de Pozos Dulces, o lo que resulte de él con el tiempo, sigue indigestándose a un Ayuntamiento cada vez más señalado por su incapacidad, por su nefasta gestión y por la deriva que ha hecho de él.
Todo un manual de despropósito de cómo no se debe actuar ante un proyecto aprovechable al que se le ha puesto palos a las ruedas con una oposición catetil y con un sinsentido al que se deberá recurrir, al tiempo, a una intervención privada e imprevisible.
Toda una patata caliente por un fracaso en el que poco hay ya que ganar y mucho, demasiado, que perder. Se verá. Un lastre para una ciudad que se va a ver hipotecada acabe como acabe. Y todo esto sin que se diga ni cuando se va a concluir, ni cuánto nos va a terminar por costar, ni quién lo va a ver terminado.
Ahora se confirma los peores augurios, no hay más dinero y lo más canallesco, que no hay nadie que confirme que el parking se va acabar. Cambiar el guion sobre la marcha y tunear un apoderado proyecto de “recuperación del río”, se ha pretendido justificar la aceptación de unas obras en la que nunca se ha creído.
La filtración interesada de IU por el futuro líder de ésta, José Luis Bueno, trasluce dos cuestiones: que hará falta un inversor privado más pronto que tarde y que pasa la decisión a un De la Encina cada vez marcado y señalado por el dislate, desmarcándose y poniéndose de perfil ante oposición y electorado.
Y lo peor, que en el firmamento solo vale ya el sillón de Peral. El marrón, sin responsables, para la ciudad y para el que tome el testigo, por lo que oír ahora al alcalde pedir ligereza por acabar, es tan cínico como patético. En el resto sigue callado.