El escritor Abraham Guerrero Tenorio (Arcos de la Frontera, 1987) ha protagonizado una de las páginas culturales de este verano tras haber logrado el LXVI Premio ‘Alcaraván’ de Poesía, cuyo fallo coincidió un año más con la festividad de la patrona de la ciudad, la Virgen de las Nieves. El jurado examinó un total de 173 trabajos de autores de muy diversa procedencia, para premiar finalmente el titulado ‘Tres ataúdes’.
En representación del jurado, Josefa Parra manifestó que el poema premiado es “una aproximación a la pérdida, a tres muertes diferentes con tres voces diferentes, en lo que recae parte de su mérito. Los versos de Guerrero Tenorio emocionan y tienen un trabajo detrás notable”.
El alcalde, Isidoro Gambín, presidió el jurado, actuando como secretaria del mismo la delegada municipal de Cultura, María Macías Ibáñez, tras la profunda renovación que ha experimentado el grupo que este año ha estado formado por los escritores y profesores Blanca Flores Cueto, Josefa Parra, Miguel Ángel Rincón y María Jesús Villalba.
¿Qué siente tras haber conseguido el galardón de uno de los premios con más antigüedad y solera del panorama nacional en el ámbito de la poesía?
–Lo primero que sentí fue sorpresa y, después, emoción. Es un premio que he seguido siempre, desde pequeño, al ser el premio de mi pueblo. Leía los poemas ganadores cuando se publicaban en el periódico. Ya más adulto, entendí el prestigio del premio, su historia. Nunca habría pensado en ganarlo y, mucho menos, tan joven.
Háblenos de ‘Tres ataúdes’. ¿Qué ha querido transmitirnos con este poema?
–‘Tres ataúdes’ es un conjunto de tres poemas que habla sobre tres muertes diferentes que ha sufrido una mujer, en este caso mi abuela, pero desde la perspectiva del nieto que intenta hallar respuestas ante tanto dolor y tanta muerte en una familia.
La muerte, siempre tan presente en la poesía como un elemento que nos inquieta. El poeta Pedro Sevilla suele decir que esa obsesión por la muerte, en ocasiones, no es otra cosa que un amor infinito por la vida...
–Y no le falta razón. Una de las citas de Tierra leve, el magnífico poemario de Pedro Sevilla, es un verso de Quevedo que dice Amo la vida con saber que es muerte. Últimamente la muerte es un tema que me obsesiona mucho, y esa obsesión, no obstante, no es otra cosa que querer aferrarme a la vida.
¿Qué le ha parecido la renovación del jurado del premio? ¿Se ha introducido cierta frescura, que es lo que procuraba la nueva delegada de Cultura?
–Los jurados siempre son complicados. La verdad que desconozco cuál era la intención de la delegada. Yo de momento estoy feliz con el premio y con la dotación económica, que me ha salvado el año que entra.
Con más de medio siglo de historia, ¿hacia dónde cree que camina el premio ‘Alcaraván’ y cómo mediría su importancia en el panorama nacional e incluso internacional?
–Pues el camino del Premio ‘Alcaraván’ lo veo peligroso. Cuando he hablado con Pepa Caro, o Pedro Sevilla o Jorge de Arco sobre el premio, siempre les he dado a entender mi opinión de que lo que ganaba estaba un poco obsoleto y anticuado. Muy buenas formas, mucho conocimiento métrico, pero algunos poemas eran bastante insulsos y parecían juegos florales. La renovación, en cambio, ha quitado del jurado a nombres muy consolidados en el mundo de la poesía, como Pedro Sevilla o José María Velázquez Gaztelu, o Jorge de Arco. Por ello, creo que el premio está ahora en la cuerda del funambulista y veremos a ver qué ocurre en el futuro.
Desde la publicación de su poemario ‘Los días perros’, ¿en qué se ha centrado su trabajo como poeta?
–Pues en leer y escribir. Los poemas que componen ‘Tres ataúdes’ en realidad son parte de un poemario que estoy escribiendo y reescribiendo y al que no paro de darle vueltas. Por el camino he escrito algunos relatos también, incluso he ganado un premio de relato corto. Ahora voy a comenzar a estudiar oposiciones, por lo que imagino se reducirá el tiempo dedicado a la literatura durante este año; sin embargo, quiero opositar por si tengo suerte y consigo un trabajo libre de explotaciones que me permita estar más en contacto con ella.
Me consta que el mundo, entendido como comunidad donde todos vivimos, le preocupa. La imagen de este verano ha sido una vez más los migrantes en nuestros mares, los incendios, la contaminación del planeta, los crecientes casos de violencia de género, la situación política del país... ¿Cómo vislumbra estos acontecimientos de los que ha dejado su opinión en más de una ocasión en la prensa?
–Son muchos los temas que me propone. El camino de España es preocupante, siempre lo es. La gente habla ahora de auge de la derecha, y yo me digo, pero qué auge es ese, si España siempre ha sido muy de derechas. Un país en el que llaman al PSOE izquierda es un país ultraderechista, y eso conlleva a que partidos como Ciudadanos, Vox, PP siempre estén en la punta de la lanza, y que ellos hagan las leyes, siempre para mí con la complicidad del PSOE que no ha dudado nunca de pactar con Ciudadanos, como ha ocurrido en nuestra comunidad con Susana Díaz. ¿Cuáles son las consecuencias? Pues que la ideología de estos partidos y su influencia en los medios hacen que mucha gente vea a los inmigrantes como privilegiados que vienen a quitarnos el trabajo, que la violencia de género se centre en que el feminismo es radical y quiere vivir de subvenciones. En fin, tienen la batalla ganadísima desde hace siglos.
Es un viajero incansable, a veces de forma obligada por su trabajo como profesor. ¿Por qué andurriales anda ahora mismo?
–Por suerte, hace varios años que me instalé en Arcos. Lo necesitaba, sobre todo para leer y escribir. Las ciudades son monstruos de la precariedad y, para que mi salario fuera a un especulador inmobiliario me quedaba en mi pueblo, y así hice. Por suerte, las cosas me van bien. Ahora voy a sumergirme en las oposiciones, sólo espero salir vivo.