A Francisca García se le rompe la voz a cada momento cuando relata la pesadilla que ha sufrido su familia desde que su madre fue atropella y trasladada al Hospital Puerta del Mar el pasado 22 de septiembre y durante las tres semanas siguientes, cuando falleció el 13 de octubre.
La madrugada del ingreso, Francisca, su hermano y el marido de la víctima del accidente se desplazaron desde Puerto Serrano, donde se produjo el suceso y residen, al centro hospitalario de la capital gaditana. Durante la noche, permanecieron en unas sillas adosadas a la pared, metálicas, incómodas, que hicieron más dura la espera para conocer la evolución del estado de la mujer arrollada por una motocicleta.
Por la mañana, el personal sanitario los invitó a pasar a una sala cercana adecuadamente equipada, que utilizan los profesionales, para que descansaran e incluso le ofrecieron algo de comer.
Pero el responsable médico, según Francisca, les informó que no podían permanecer allí.
A partir de ese momento, se encontraron desamparados. Si bien le informaron de que algunas asociaciones ofrecen alojamiento temporal, únicamente durante el periodo en el que el usuario está ingresado, las condiciones no se ajustaban a las necesidades de la familia.
Un amigo les abrió las puertas de su piso en la localidad vecina de San Fernando. Fue un alivio.
“Solo podemos ver a nuestros pacientes a la 13.00 h y a las 18.00 horas, quienes vivimos lejos del hospital, no podemos permitirnos ir y venir a casa 4 veces al día y volver a buscar sitio, y aparcar. Y estar en la calle sin descansar”, advierte.
Además, el sistema de acceso por torno y las limitaciones a dos familiares complicaron el acompañamiento a su madre. “Nos hemos tenido que colar en el Puerta del Mar”, lamenta, y se pregunta “qué necesidad hay de ello”.
Por ello,
inició la recogida una recogida de firmas, que sirva ya los 23.300 apoyos, en change.org para instar a la dirección del hospital a habilitar una sala de espera para los familiares de los ingresados en UCI que sirva de espacio de atención y consuelo.
“La situación actual es inhumana”, insiste, y señala también la sala de duelos, “un cuartito, con una mesa redonda pequeña, un par de sofás minúsculos e incómodos hasta el punto de que acabé sentada en el suelo”, donde los seres queridos de la víctima del atropello tuvo que pasar otra madrugada más hasta que la fallecida fue trasladada al tanatorio, incrementando el sufrimiento.