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Lo que queda del día

Tiempos de canción protesta

Vivimos en una sociedad que entiende 'Zorra' como canción protesta y reduce las voces de Jarcha a la nostalgia trasnochada

Publicado: 02/03/2024 ·
13:02
· Actualizado: 02/03/2024 · 13:02
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  • Entrega de las Medallas del Día de Andalucía. -
Autor

Abraham Ceballos

Abraham Ceballos es director de Viva Jerez y coordinador de 7 Televisión Jerez. Periodista y crítico de cine

Lo que queda del día

Un repaso a 'los restos del día', todo aquello que nos pasa, nos seduce o nos afecta, de la política al fútbol, del cine a la música

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Desconozco si Juanma Moreno es el más listo de la clase, pero estoy convencido de que se ha sabido rodear de los más listos de la clase, y eso le permite ir tres pasos por delante del resto, el PSOE fundamentalmente. Vale que el miércoles se diera un homenaje, que renegara de la autocrítica sincera, que convirtiera su discurso en la gala del 28F en una sesión de estimulación ventajista, pero hay que reconocerle que ha hecho suyo no solo el mensaje de una Andalucía que progresa adecuadamente, sino el de un andalucismo de base que conecta directamente con las aspiraciones de quienes durante casi cuatro décadas tuvieron como referente el discurso socialista.

Ahí tienen el reconocimiento a Jarcha como declaración de intenciones, y al gobierno popular coreando desde el patio de butacas el Libertad sin ira, que es como arrebatarle a la izquierda una de sus banderas de la transición o hacerle ver la importancia de haber dejado atrás algunos de sus símbolos. 

La intención era evidente y provocó asimismo un arrebato de nostalgia. Yo mismo estuve toda la tarde recuperando los discos del grupo onubense, canciones que formaron parte de la banda sonora de mi infancia, junto con las de Rosa León, Carlos Cano, Aguaviva, Raimón, Paco Ibáñez, Luis Llach o Víctor Jara -no podía entender cómo ese señor de rostro entrañable había sido asesinado en su país-, que es asimismo la banda sonora del conquistado territorio emocional de la libertad frente a la opresión.

Aquel movimiento musical, liderado principalmente por cantautores, fue bautizado como canción protesta, y bebía directamente de la inspiración de otros intérpretes, franceses y norteamericanos, fundamentalmente, que habían hecho de la música el mejor vehículo para la denuncia contra las guerras, la vulneración de los derechos civiles, la corrupción y las dictaduras, forjando además un fuerte vínculo con la sociedad a partir de melodías y letras que el paso del tiempo convertiría en universales.

Escribió Manuel Rivas que “el antiguo testamento es el tiempo en el que vivimos ahora”. Lo atestiguaba, pero nos vale también como premonición de lo que estamos experimentando en este preciso momento, en el que se vuelven a dar, además, las condiciones para recuperar la mejor tradición de la canción protesta si tenemos en cuenta los dos años de guerra en Ucrania, las masacres de población civil en Gaza y las amenazas que se ciernen sobre el mundo de la mano de los populismos y tipos tan peligrosos y poderosos como Putin o Trump. Se dan las condiciones y sería posible si no fuera porque vivimos en una sociedad que entiende Zorra como canción protesta. Ése es nuestro espejo.

Bob Dylan escribió A hard rain’s a-gonna fall durante la crisis de los misiles de Cuba en octubre de 1962, cuando la sociedad mundial vivía con el corazón en un puño ante el temor de que el planeta se encaminara a la destrucción total. En aquella canción se respira la desesperación del momento y sirvió igualmente para retratar el desencanto de los jóvenes estadounidenses que regresaron a casa después de combatir y ser derrotados en Vietnam. La situación actual parece encaminada en la misma dirección.

Las advertencias se suceden día a día y cada vez proceden de más cerca nuestra. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, aboga ya por potenciar la industria armamentística ante la amenaza, no inminente, pero cierta, de que Rusia decida atacar más acá de Ucrania.

Von der Leyen habla de una guerra, pero en el fondo habla del miedo, que vuelve a hacerse presente en la sociedad como la mejor herramienta de dominación. Y junto al miedo, el horror, emergiendo entre los cuerpos mutilados y acribillados de quienes se habían lanzado a campo abierto a recoger ayuda humanitaria. Anoche soñé que estaba allí, y en mitad de la pesadilla tampoco le encontraba explicación. De fondo, el eco de la frase con que Ramón Trecet se despedía a diario en su programa: “Buscar la belleza es lo único que merece la pena en este asqueroso mundo”, aunque da la sensación de que nos hemos cansado de buscar.

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