En una reciente entrevista primaveral -"Entreletras", 25 abril de 2023-, y a propósito de la reedición de sus dos primeras novelas, Rafael Soler confesaba al periodista que asaltó el buzón (sic) de Miguel Delibes enviándole
El grito (premio “Ámbito Literario”). Corría el año de gracia de 1980. El maestro le contestó en uno de sus emblemáticos tarjetones: "Amigo Soler, enhorabuena por su novela, que tan amablemente me envió y he leído con mucha atención. Siga escribiendo, con total libertad". "Todo estaba aún por venir -prosigue Rafael Soler- y, esa mañana, con las palabras y el abrazo de don Miguel Delibes en el bolsillo, por primera vez me sentí escritor".
“El corazón del lobo” (1981), novela corta al igual que la anterior, ganaría dos años después el premio “Cáceres” con un jurado presidido por Ricardo Senabre.Estos dos espaldarazos iniciales abrieron definitivamente al escritor a un mundo donde todo está ya dicho y donde queda todo por decir. Hemos de dar gracias por ello a Homero, Dante (sí, Dante), Boccaccio, Cervantes, Austen, Clarín o Vargas Llosa. Los demás nos limitamos a emularlos con devoción y muchas ganas de contar nuestras cosas, nuestras historias y las del mundo que nos rodea. El resultado depende a menudo de la disposición de nuestra conciencia.
Cuando Rafael Soler concluyó sus “Dos novelas de la transición”
-y que ahora se reeditan en el sello valenciano Contrabando-, nuestro país se sometía a la experiencia maravillosa del cambio político, social y cultural que habría de traernos al nuevo siglo. Este cambio se produjo en la novela a partir de la adaptación del boom suramericano. Los escritores de aquel continente (no enumero por no omitir) desparramaron su genio y su influencia con tal tino que lo que impusieron entonces con su sola presencia sigue considerándose hoy el vademécum de las letras hispanas en prosa. Se sienten, se veneran, se estudian.
Rafael Soler tuvo la suerte de encontrárselos conforme comenzaba su andadura. Y lo asume así en
El grito y
El corazón del lobo. Apunta Elvire Gomez-Vidal Bernard en su minucioso prólogo que nuestro novelista "recoge prácticas e innovaciones de las novelas de los años 60 y 70 como el relato de pensamientos (concepto que enfrenta al de
streamingconsciousness), las conversaciones cruzadas, la rápida variación en los puntos de vista, los nombres cambiados... Ahora bien, Rafael Soler domina todo esos soportes e inventa unos cuantos nuevos, también los maneja con suma delicadeza, rigor y simplificación, reduciendo el argumento a una sola historia".
“El grito” y “El corazón del lobo” son dos novelas muy recomendables. Y son dos novelas de amor. Ni más ni menos. Teo y Carmen en una, Ana y Alberto en la otra, se quieren, se han querido, pero ya no; por qué, se pregunta cada uno, porque aún podrían seguir queriéndose si la vida los dejase. Rafael Soler se adentra en la psicología de los personajes y en su cotidianeidad con una sinceridad que estremece. Seguramente, a quien lo está leyendo, le ocurre lo mismo en ese instante.