Cada día seguimos recibiendo noticias de mujeres agredidas, arrojadas por las ventanas, degolladas, apuñaladas, tiroteadas, apaleadas…Unas “sobreviven” y otras mueren a manos de los hombres que un día eligieron para formar un proyecto de vida en común. Siempre el mismo resultado, aunque nunca la misma historia.
El pasado fin de semana, nos hemos vuelto a despertar con la noticia de dos mujeres muertas a manos de sus parejas en nuestro país, lo que ha vuelto a poner en primera fila que sigue siendo necesario todo el esfuerzo y la colaboración de todas las instituciones e instancias sociales para su erradicación.
Hablar de estos nuevos episodios de malos tratos es mucho más que transmitir una realidad, es reflexionar en voz alta de un hecho que no me deja indiferente, que no nos deja indiferentes, es ponerle nombre y apellidos, rostro, a cada una de las víctimas.
Una de las víctimas de este fin de semana era sevillana y probablemente la violencia hubiese sido en su vida una dinámica habitual y presente en cada uno de los días que convivió con su agresor. Pero siempre guardó silencio, no hizo pública su situación, no denunció.
Rosario, como otras muchas mujeres que siguen sufriendo agresiones por parte de sus parejas, desconocía que no estaba sola. No sabía que podía haber estado informada y acompañada desde los centros de Información a la Mujer, los juzgados, los centros sanitarios.
Y es que hasta que no se interpone una denuncia contra el agresor no podemos empezar a actuar. Es a partir de este momento, con la información y el asesoramiento adecuado cuando ponemos a funcionar los servicios públicos.
Eso fue lo que hicieron durante el pasado año 76 mujeres cada día, que dijeron no a la violencia que sobre ella ejercían sus parejas, que rompieron su silencio y vinieron a buscar ayuda. Deseo profundamente que se hayan sentido seguras, que no las hayamos decepcionado, y que la respuesta inmediata y de acompañamiento permanente que pretende garantizar nuestro sistema haya significado un paso más hacia la conquista de su libertad y de las de sus hijos e hijas.
El creciente número de denuncias interpuestas por malos tratos en los últimos años es, sin duda alguna, una buena noticia, pero sabemos que como punta de un iceberg, esta epidemia social sólo deja ver una mínima parte del problema. Por eso tenemos que llegar a todas las mujeres, es necesario y urgente, porque, para ellas, puede suponer un seguro de vida.
La mejor forma de hacerlo es mediante la información y la sensibilización social frente al grave problema de la violencia de género, y extender la tolerancia cero hacia el maltrato. Retroceder en las actuaciones contra los malos tratos es dejar desprotegidas a las víctimas. Por eso necesitamos seguir aunando esfuerzos y seguir dando respuestas desde todas las administraciones públicas, agentes sociales y económicos, medios de comunicación... En definitiva, desde toda la sociedad, porque nadie puede estar al margen de esta lucha que afecta a los derechos fundamentales de las mujeres.
Andalucía no dará pasos atrás, seguiremos caminando en la dirección correcta, poniendo el acento en la prevención desde el prisma de que para atajar la violencia también se requiere remover las raíces mismas de la sociedad, por la profunda huella que siglos de desigualdad han dejado en nuestra conciencia social. En el terreno económico, en el político, en el familiar, en el social y en el cultural, aspiramos a otro modelo de convivencia. Por eso, vamos a seguir trabajando en todos los frentes. Lo hemos hecho aumentando los recursos, tanto en la prevención como en la atención a las víctimas. Lo hemos hecho en todos los niveles, desde la formulación de políticas públicas hasta la atención sanitaria o la labor judicial.
Esta lucha ha sido el gran objetivo del Gobierno andaluz y lo seguirá siendo. Hemos avanzado, sin duda, pero acabar con esta lacra nos va a exigir a todos, a todas, a toda la sociedad, mucho más. Y el Gobierno de Andalucía está dispuesto a seguir con este gran esfuerzo y no vamos a parar por muy largo o difícil que parezca este camino.