El Jueves Santo se representa como un día de hermanamiento en la Semana Mayor de Antequera. Las cofradías del Consuelo y Los Dolores, apenas separadas sus iglesias por unos 60 metros a lo largo de la calle San Pedro, escenifican cada semana de pasión el espíritu de confraternización que deberían tener todos los barrios vecinos.
Las ofrendas florales que las hermandades se dedicaron una a otra en sus respectivas misas de la mañana ya avecinaban la emotividad del Jueves Santo antequerano, que acabó convirtiéndote en casi un único desfile pasional integrado por las cinco tallas que suman ambas cofradías.
La primera en realizar su penitencia en pleno ecuador de la Semana Mayor fue la cofradía del Consuelo. El presidente y el mayordomo de la hermandad escenificaron su tradicional ritual de llamar a las puertas de la iglesia de San Pedro -ya completamente restaurada- para pedir que sus titulares, el Cristo de la Misericordia y la Virgen del Consuelo, les acompañen en este día de dolor.
El cuerpo procesional, encabezado por la cruz guía, salió de las puertas de la iglesia completamente formado. Una manera de iniciar el desfile muy propio de esta hermandad, que llama la atención entre sus devotos por las intensas tonalidades rojas y moradas de las capas de sus penitentes.
La Banda Dulce Nombre de Jesús de Estepa empezó a hacer vibrar sus instrumentos. La Señora de San Pedro comenzó a bailar al son de un melódico vals. Vals que repetiría a su llegada a la plaza Santiago, enclave en el que las cofradías del Consuelo y los Dolores se fundieron en una sola.
El orden pasional casi no importaba anoche. El valor de unidad quedó reflejado, una vez más, cuando tras la entrega de una ofrenda floral por parte de las hermandades a la patrona Santa Eufemia, la banda de Fusionadas, que encabeza el cortejo de la cofradía de Los Dolores, le dedicó una canción al Cristo de la Misericordia. Desde aquí, los titulares ascendieron unidos por la calle Carrera.
Destacó, entre el juego de tonalidades, la pulcritud de las flores blancas de la Virgen de Los Dolores -acompañada un año más por la banda de gaitas de Maceda de Orense- y la vistosidad de los claves rojos, casi color sangre, del Señor Caído.
En la Cruz Blanca, la emotividad volvió a envolver el ambiente. Una saetera dedicó desgarradores versos a las dos imágenes marianas y a los tres cristos que suman ambas hermandades, que se despidieron, frente a frente, justo antes de que la Cofradía del Consuelo se preparar para correr sus vegas. Los Dolores también hizó lo propio en la Cuesta de Archidona.
Viernes Santo
Las Cofradías de la Soledad, de la Paz y del Socorro se dieron cita en el Viernes Santo de Antequera. La mañana comenzó lluviosa y los hermanos mayores de las Cofradías se temían lo peor. La jornada santa comenzó con el Santo Entierro desde la Iglesia del Carmen acompañado por la titular Nuestra Señora de la Soledad. “Este año la Virgen estrena manos nuevas”, explicó el Hermano Mayor, Antonio Jesús García. El silencio invadió las calles con el paso del Santo Entierro que se entremezcló con los geranios que salían de los balcones de las casas en una calle del Río muy estrecha.
La Infantería de Marina y Escuadrón vestido de época abrieron la procesión de La Cofradía del Socorro, que este año redujo el acompañamiento musical tras contar con una más que buena Banda de Coronación de Campillos y la destacada Expiración de Jaén. La Santa Cruz de Jerusalén, el Jesús Nazareno con la Cruz a cuestas y Nuestra Señora del Socorro Coronada lucieron otro año por las calles de Antequera. Entre las novedades “esta Hermandad ha brindado a sus titulares una nueva solería y renueva y suma más elementos al cuerpo procesional como son las túnicas de los niños de la Cruz”, detalló el Hermano Mayor, Antonio Cabello.
Sin lugar a dudas, el momento más emocionante fue el recorrido por las calles Herradores y el Rastro, donde saeteros provisionales versaron sobre los titulares. El encuentro con La Paz en la plaza de San Sebastián y la despedida antes de Las Vegas y el encierro culminaron su Viernes Santo particular.
El hermanamiento de la Cofradía de La Paz con el Cautivo de Málaga, fue uno de los aspectos más destacables del Viernes Santo para la Hermandad antequerana. El Niño Perdido, el Dulce Nombre de Jesús, el Cristo de la Buena Muerte y de la Paz y Nuestra Señora de la Paz Coronada pasearon bajo el cielo gris de la tarde. “Si llueve nos iremos a casa”, confesó el Hermano Mayor de la Cofradía, Antonio Carrasco. “La mañana se ha levantado lluviosa pero tendremos que esperar a la hora de la salida haber que pasa”, continuó.
La cofradía de La Paz comenzó con fuerza y decidida a renovar su patrimonio cofrade. El Dulce Nombre reestrenó su peana del siglo XVII y el Niño lo hizo con una túnica del siglo XVIII. Otra de las novedades fue la confección de las andas de aluminio del trono de palio de la Virgen de La Paz Coronada así como la readaptación de la estructura con material donado por José Luís Morilla, explicó Antonio Carrasco. “Esta Hermandad ha recuperado la figura del penitente con túnica de cola”, detalló Carrasco.
Uno de los momentos más emotivos fue la salida por calle Estepa y el encuentro en San Sebastián con la Cofradía del Socorro. No obstante, el momento más esperado por cofrades, hermanacos y visitantes antes del encierro, fue La Vega por la Cuesta de la Paz hasta su templo. Cientos de personas esperaban La Vega, en la que al son de los tambores de la Banda de Coronación de Campillos, tocaba correr sin mirar atrás.