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19/05/2024
 
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Deportes

Como Fuenteovejuna (2-0)

Victoria verdiblanca con diez jugadores casi toda la segunda parte sobre un Granada inoperante y permanencia casi lograda

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  • No se rindió -

Las cosas en lo deportivo para el Betis han cambiado y el partido de este domingo ante el Granada, es una auténtica evidencia.

En una primera parte verdaderamente plana. Sin que ninguna de las dos escuadras creara prácticamente ningún peligro contra la portería contraria, donde la táctica y el posicionamiento de los futbolistas primaron por encima del juego.

Tan feo se puso el partido para el Betis, que el técnico verdiblanco no tardaría en reajustar su desacertado planteamiento de base, quitando del campo a Cejudo y dando entrada a Jorge Molina en la punta de ataque junto a Rubén Castro.

Justo antes del descanso, la oportunidad más clara hasta el momento, la tendría el propio Molina, quien dentro del área, se revolvería y pondría en aprietos al meta nazarí, con un complicado tiro que Andrés Fernández acertaría a atajar.

Pero la explicación a una mala primera mitad, se encontraría en una segunda repleta de acciones de todo tipo. Empezando por una expulsión, la de Vargas, después una infantil patada a destiempo y por detrás a Rochina, que le costaría la segunda amarilla tras hacer recibido una primera por sacar una falta antes de que el árbitro hiciera sonar el silbato.

Sin embargo, este es otro Betis. Uno que no se rinde pese a las adversidades y que convierte un problema en una oportunidad disfrazada. La de demostrar que incluso con diez, se pueden quedar en casa los tres puntos.

La entrada de Joaquín y el recambio de Petros, buscaron más estabilidad sin renunciar al triunfo. Y enfrente un Granada que no supo cómo hincarle el diente a los de Merino, que a medida que se iba acercando el minuto 90, ganaba en confianza.

Y poco a poco, como la serpiente que pica de repente, un saque de esquina botado por Joaquín a la cabeza de N’Diaye, acabaría dentro de las mallas granadinas, gracias al certero testarazo del senegalés, ante el delirio de la grada del Villamarín, que veía cómo su equipo, de la nada, se acercaba a la victoria  definitivo, que cerraría Rubén Castro (previa expulsión, injusta eso sí, de Andrés Fernández), colocando el esférico dentro de la portería visitante, con Biraghi de portero.

Tres puntos y media salvación en el bolsillo.

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