José Manuel Pinto, un portuense en Can Barça. Sigilosamente, con modestia, con mucho trabajo y como el que no quiere la cosa, se ha ganado el corazón ante tanto crack mundial suelto. Su alegría y su complicidad con los pesos pesados del vestuario han recogido el premio a la constancia, al interpretar como pocos su rol particular. Su amistad con el mejor jugador del mundo, Leo Messi, del que es prácticamente inseparable, ha sido el nexo de unión entre los distintos grupos.
En la sombra, sin hacer ruido, sumará la quinta temporada como blaugrana. Nada fácil para sustituir a Víctor Valdés en la excepción que confirma la regla. En ningún otro equipo coexisten dos zamoras en el mismo vestuario.
Llegó para seis meses y continúa forjando un currículum que pocos porteros a nivel mundial pueden tan siquiera soñar.
Formar parte del mejor Barça de la historia está al alcance de muy pocos, menos para él. El viernes tendrá la oportunidad de seguir sumando un título más, el número 16. El viernes estará en el Vicente Calderón defendiendo el portal ante un nuevo reto, como es la finalísima de la Copa del Rey. Su competición. Nada nuevo. Ya ganó una, en Mestalla, ante el mismo rival, el Athletic de Bilbao.
Cercano y solidario
La grandeza de un futbolista de primer orden debiera estar a la altura de lo que se presupone a un profesional referente entre los más jóvenes. Pinto cumple a la perfección esta faceta. No es complicado verlo pasear en vacaciones por las calles de El Puerto. Cercano y humilde no reniega de sus inicios y de sus orígenes. De su barriada Los Milagros y de sus familiares. Como tampoco de su solidaridad e infinita proximidad. Poco le importó donar una camiseta para el Racing en un desplazamiento en Sevilla ante el Betis.
Como tampoco tuvo que pensarse demasiado en tomar un vuelo, en plenas navidades, nada más llegar desde Emiratos Árabes, tras proclamarse campeón en el Mundial de Clubes, y jugar en el Cuvillo un partido benéfico.
Pinto reúne los condicionantes perfectos para congeniar, para salir airoso y seguir creciendo. Portero al uso y decisivo para encontrar en él lo que todo entrenador desearía cumplidor cuando juega y compañero cuando no.