Existen lugares donde la persona pasa pero la mente y, sobre todo, el corazón permanecen para siempre por algún buen momento vivido. Como vecino del centro uno acostumbra a transitar por la magnífica noche portuense tratando de encontrar calor y cercanía en su gente, y tengo desde hace meses una recóndita trinchera donde sus parroquianos insuflan naturalidad y buena conversación a los nuevos discípulos.

Les hablo de La cayetana, templo de las buenas maneras de sus dueños y clientes, reserva espiritual de la naturalidad, el cariño y la cercanía con la que Javier Mesa, Nicolás Prieto y Cristian Caballero llevan discretamente el timón.

En La cayetana serán testigos de algo que les sorprenderá. La música no está por encima de las tertulias de amigos y esto, hoy en día, es raro. Es un pub en el que se reúne gente guapa de la sociedad portuense, donde todavía se habla de toros y se respetan las debilidades morantianas.

En La cayetana no hallarán ejércitos de vándalos arrojados al botellón, pues ahí se hace cultura de la convivencia cívica y del saber estar para permanecer en sus filas.

En este céntrico recinto de la calle Luna degustarán un magnífico gin tonic de lo que más necesitamos  todos. Eso tan sencillo, pero cada vez más difícil, que se denomina “estar a gusto”.

Brindo por ti Cayetana porque un día pasaré, pero mi corazón se quedará entre tus cuatro paredes. Y de La cayetana… al cielo.