No es fácil quedarse. Nunca lo ha sido. Marcharse de un lugar en el que se ha sido feliz es una tarea propia de titanes. Muchos se fueron y no volvieron, dejando su ausencia como recuerdo presente. Ya lo dice el aforista Javier Puche: “Hay ausencias como catedrales góticas”. Ulises retornó a Ítaca. Godot nunca acudió a la supuesta cita que había agendado con dos tipos absurdos. Otros volvieron con la frente marchita y las sienes plateadas. Carlos Castán, el gran cuentista de referencia para varias generaciones de escritores, llega a decir en uno de sus relatos que nunca hay que volver a ningún sitio, porque miente el que recibe con los brazos abiertos y miente aquel que vuelve al lugar en el que un día fue feliz. Tan farsante es aquel que se va como el que espera y reconstruir aquello que fue solo está reservado a los dioses. Alonso Quijano huyó o se diluyó en su locura para escapar de su alucinada normalidad. Todos se marchan en algún momento. Todo se derrumba, como un castillo de arena en la orilla de una playa embravecida. Los castillos de naipes que levantamos cada día han de ser destruidos por la noche para que todo vuelva a comenzar a la mañana siguiente. Hay quien deambula y quien prefiere perderse a ser encontrado. Nadie recuerda por qué ha vuelto, pero hay que intentarlo, antes de que se pierda toda esperanza. Irse en sencillo, volver es de héroes, porque no hay nada más heroico que observar con desesperanza las propias ruinas de lo ya muerto. El amor que fue late en nuestros labios eternamente y los nombres de nuestros amigos desaparecidos se agitan en nuestra memoria con descaro y melancolía. Vuelve el hijo pródigo tras marcharse y en su vuelta arrastra la vergüenza de quien huyó y la envidia del hermano que siempre permaneció a la sombra de su padre, viendo cómo se dilapidan sus sueños con la llegada del renegado. Marcharse es algo humano; volver es una proeza. El Málaga Club de Fútbol, que se ha ido tantas veces y otras tantas ha vuelto, cuenta ya una masa de 5.000 abonados. El año que viene, ya lo saben, militará en la Segunda División B del fútbol nacional. Ahora al purgatorio le han cambiado el nombre, como si renombrando las cosas uno las vistiera con una ropa más cara. Muchos se han marchado. Muchos han vuelto. La esperanza, decía Cortázar, es la propia vida, defendiéndose. Es lo único que nos queda. A veces, solo a veces, volver es un deber. Volvamos.
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Los castillos de naipes que levantamos cada día han de ser destruidos por la noche para que todo vuelva a comenzar a la mañana siguiente
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En mis columnas hablo de la Málaga que fue, de la que es y, a veces, de la que será
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