Despedimos a Concha Velasco como antes hicimos con algunas de nuestras grandes artistas: enjugando las lágrimas al tiempo que sonreímos por todo lo bueno que nos dejaron. Hace poco dijimos adiós a la gran Mari Tere Campos, gloria del periodismo patrio a quien, pese a que nunca conocí, siempre me gusta imaginar junto a aquellos micrófonos de Radio Juventud que alumbraron a tantos periodistas de talla como Diego Gómez o Domingo Mérida. A veces recuerdo a Gonzalo Fausto, un tipo que fue la gran voz de los cuarenta y los cincuenta en aquella Málaga que se vestía de negro, en Radio Nacional de España. Una vez me dijo que le encantaba el periódico en el que trabajaba porque en la página dos latía Málaga. Sólo aquella frase, pronunciada en el vertiginoso trasiego de la presentación de una exposición del gran escultor José Casamayor, justifica una carrera. ¿Sigue latiendo Málaga? Es obvio que sí. En estos días de aceras mojadas en los que un nuevo libro mío se asoma a las librerías, tiendo a pensar en la ciudad y a veces, paseándola, me pregunto dónde están sus poetas. Una ciudad necesita poetas que la canten. Un amigo me susurra varios nombres y otro brinda por Concha Velasco al tiempo que inicia una interminable perorata contra la Torre del Puerto, el rascacielos hotelero que va a coronar nuestro horizonte en breve, si el Gobierno de turno no lo impide. Veremos. Los barrios de la ciudad se agitan inquietos porque las luces de Navidad de la calle Larios sólo irradian alegría y villancicos en la zona Centro. Otros lugares de la ciudad no cuentan con tantas luces ni tanta alegría. A menor iluminación, más problemas para pagar las facturas. Las familias siguen haciendo malabares para llegar a fin de mes. Si es que llegan. Pedir una cita al médico de cabecera requiere hasta 15 días de espera y mientras el IPC va apretando la soga sobre el cuello del consumidor poco a poco, con mimo, como haría un buen verdugo, hablamos de paraísos nacionales en Ginebra fuera de todo control parlamentario. La humillación colectiva es asumida con una sonrisa, que nadie nos quite el fin de semana. Málaga late en sus barrios y en sus luces, los comercios se afanan por deshacerse de todo el género posible para aminorar los efectos de la temida cuesta de enero. Decimos adiós a Concha Velasco. Sonreímos cuando pensamos en su legado. Gracias por todo.
Fuego amigo
Málaga late
Un amigo me susurra varios nombres y otro brinda por Concha Velasco al tiempo que inicia una interminable perorata contra la Torre del Puerto
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En mis columnas hablo de la Málaga que fue, de la que es y, a veces, de la que será
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