La calma reina ahora en La Isla hasta que suene el primer redoble. Poco falta, porque aunque a la Cuaresma se le asocie con un período largo, ciertamente pasa sin darnos cuenta por los actos que se desarrollan prácticamente a diario. La asociación hostelera de nuestra ciudad, siempre inquieta y al acecho, propone la Croquetour mientras tanto, una iniciativa apetitosa e ingeniosa que tiene como estrella a la sencilla y crujiente croqueta. Raro es quien que se le resiste, porque hasta los más patosos y delicados para comer no renuncian a ella. Vivimos una especie de reencuentro sin que llegue a ser extraordinario. Es una forma de reinventarla con ingredientes insospechados, pero sin perder la esencia de una tradición.
Puede que su origen fuera el aprovechamiento, en nuestro caso la carne del puchero o el pescado frito sobrante si no se optaba por hacerlo en sobreúsa. Luego vinieron las de jamón serrano a taquitos para evolucionar con nuevos sabores. La habilidad está en ellos, en unirlos sin que lleguen a mezclarse del todo para que el paladar disfrute de la diferencia. Una iniciativa atrevida e ingeniosa que estos días podrá saborearse con vistas, seguramente, a la Semana Santa, ya que algunas creaciones permanecerán en la carta de los establecimientos asociados. Y claro, como hay ganas de trabajar enseguida han aparecido los desanimadores mayores de La Isla, que desde sus casilleros llaman la atención despotricando, dando patadas a la gramática, su seña de identidad.
Cuánto tiempo libre desaprovechado, más de lo que se tarda en hacer el picadillo, elaborar la masa, dejarla enfriar, redondear las porciones y freírlas. Y es que una croqueta crujiente y caliente siempre cae bien y como tapa aún mejor. Son veinticuatro los establecimientos que participan animando a sus clientes a fotografiarse con la fritura y compartir la instantánea en las redes sociales. Con la variedad como recurso esperan a ser elegidas por su nombre para luego ser una realidad tangible, sabrosa y humeante, delicada e incluso dulce porque las hay como postre o golosina, un guiño a las de boniato de toda la vida.
Estos días previos en los que la tarde discurre entre la calma y la prueba del capirote, el bruñido de la corneta y el redoble presto a recorrer la calle, tendrán un nuevo olor que ocupará la mañana y la noche de los fines de semana, junto a los roscos y los caramelos de penitente.