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“Va a necesitar un barco más grande”

La Universal reestrena ‘Tiburón’ en Estados Unidos con motivo de su 40 aniversario

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La historia del cine está plagada de citas inolvidables. “Va a necesitar un barco más grande” es una de ellas; incluso forma parte de la jerga popular estadounidense: “You´re gonna need a bigger boat” suele utilizarse cuando alguien se enfrenta a un desafío mayor del esperado. La frase la pronuncia Roy Scheider (el sheriff Brody) la primera vez que vemos en pantalla al descomunal escualo que atemoriza a los veraneantes de la isla Amity en Tiburón. Han transcurrido ya 40 años desde su estreno y la película que convirtió en nueva estrella de Hollywood a Steven Spielberg sigue marcando a nuevas generaciones de espectadores del mismo modo que lo hacen otros grandes clásicos del cine, convertida, de hecho, en uno de los títulos imprescindibles del sigloXX.

La Universal lo ha celebrado con el reestreno de la película, el pasado domingo, en 500 salas de cine, después de dos décadas de continuas ediciones especiales en vídeo, dvd, documentales y libros que han contribuido a engrandecer y hacer justicia a la leyenda de un filme que, además de entretener, es un extraordinario ejercicio de estilo en el que prevalecen las señas de identidad de un inteligente cineasta.
Cuando Steven Spielberg se puso al frente del proyecto sólo contaba entre su currículum con la televisiva El diablo sobre ruedas y Loca evasión.

El estudio no encontraba director y le urgía poner en marcha el proyecto para aprovechar el éxito de ventas de la novela de Peter Benchley, por lo que los productores Zanuck y Brown terminaron por recurrir a él para encomendarle la tarea. Y no fue fácil. Spielberg se empeñó en rodar en el mar, incluso con tiburones reales; el barco de Quint, el Orca, se hundió y hubo que encargar otro nuevo; los tiburones mecánicos se estropearon y uno hasta salió ardiendo; hubo que buscar una playa de poca profundidad para instalar los raíles que impulsaban al tiburón; y, todo ello, mientras se alargaban las fechas de rodaje, crecía el presupuesto y Carl Gottlieb se encargaba de reescribir continuamente el guión en función de las posibilidades de cada escena.

Sin embargo, Spielberg convirtió todos aquellos inconvenientes en ventajas a la hora de plantear su narración desde un punto de vista meramente cinematográfico. El más evidente, la ausencia física del tiburón hasta mediada la película, que es por sí misma la herramienta primordial del suspense sobre el que se construye todo el temor en torno al animal, subrayado asimismo por el icónico tema principal de John Williams. Pero la concepción visual del filme va más allá de las causalidades y reflejan el talento de un excelente narrador que convirtió a la cámara en un protagonista más de la historia y supo ver la trascendencia de cada uno de los personajes que aparecen en la película -el relato del naufragio del Indianápolis es tan estremecedor como la temible presencia del tiburón- y la convivencia de géneros -la última media hora es una cinta de aventuras-.

Si todos estos elementos no le parecen suficientes para justificar la conmemoración de una película, pregúntese si se siente cómodo cada vez que deja de hacer pie al alejarse de la orilla de una playa.   n

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