Se trata de un negocio que aún se debate entre el pasado y el presente y que ve con muchas reservas el porvenir que ha de llegar
Moderación y caridad , fijándose en San Francisco de Sales, fue lo que le pidió el papa Pío XI a los periodistas católicos cuando, tras escribir la encíclica Rerumn Onminum Perturbationem, nombraba patrón de los escritores al que fuese obispo de Ginebra. El pasado domingo se celebró su festividad y en las redes sociales se recordaban algunos fastos años ha de los periodistas jerezanos acogidos a la Asociación de la Prensa que, por aquellas fechas y hasta bien entrados los 80, eran,éramos, los mismos que trabajaban en el desaparecido La Voz del Sur y en el semanario Hoja del Lunes que editaba la propia Asociación ya que los lunes no se editaban los periódicos. Eran otras épocas, otras formas, otros enfoques de las propias noticias y hasta otra otra manera de vivir una profesión que moraba al pie de la calle, con la noticia recogida en un servilleta de la barra de un bar, con tertulias en aquellos interminables mediodías jerezanos y con noches de redacción donde el teclear de las máquinas de escribir se solapaba con el de las linotipias. A las dos o así de la madrugada finalizaba el trabajo de los periodistas pero seguía el de los artesanos de los talleres que finiquitaban su labor en torno a las cuatro, cuando la rotativa se ponía en marcha para escupir los ejemplares que a las cinco estaban ya prestos y dispuestos para su distribución por la provincia y por los kioskos de la ciudad, siempre con el de Castro, en la Porvera, como faro de enganche para los demás. Ahora todo es distinto. Totalmente. La profesión está ante un panorama complicado y difícil de cara al futuro más inmediato, mientras vibra con un presente en el que hilvana las páginas de unas vivencias que estarán presentes en los próximos libros de historia. Las redes sociales que buscan su sitio, el papel que se resiste a claudicar, la radio local que no quiere perder su impronta y las nuevas tecnologías que abren camino mientras que en las televisiones triunfan los espacios de diversión u ocio sin límites urgando en la privacidad de gentes que dejan que entren en ellas a cambio de un buen botín económico. Es el nuevo orden que hay en un negocio. como el de la información, que aún se debate entre el pasado y el presente y que ve con muchas reservas el porvenir que ha de llegar.