La autoestima

Publicado: 14/02/2024
Autor

Luis Eduardo Siles

Luis Eduardo Siles es periodista y escritor. Exdirector de informativos de Cadena Ser en Huelva y Odiel Información. Autor de 4 libros.

La escritura perpetua

Es un homenaje a la pasión por escribir. A través de temas culturales, cada artículo trata de formular una lectura de la vida y la política

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Los ciudadanos ven ahora la política, sobre todo la del PSOE y la del PP, como la avidez de poder tras poder, algo que solo acaba con la muerte
España atraviesa un complicado, complejo y oscuro momento de baja autoestima. El país busca un tiempo y un espacio donde resucitar, pero no lo encuentra. La nueva política, la de Podemos sobre todo, cuestionó con saña la Transición, el eje esencial de la convivencia política y social española durante las últimas décadas, al grito de “hay que tomar los cielos por asalto”. Y Don Juan Carlos, el gran protagonista de la Transición, que convirtió a los republicanos en ‘juancarlistas’, traicionó y se traicionó a sí mismo desde Botsuana a la máquina de contar dinero, hasta convertir su vida en una tragedia shakesperiana, como la del Rey Lear, que se hizo viejo antes que sabio, pero el Emérito no tiene quien le escriba, pese a que su drama es más hondo que el de los atormentados reyes de Shakespeare. Don Juan Carlos supone, sí, una de las principales causas de la decadencia de la moral en España.

Los ciudadanos ven ahora la política, sobre todo la del PSOE y la del PP, como la avidez de poder tras poder, algo que solo acaba con la muerte, como advertía Hobbes. De ahí la polarización, las permanentes disputas, la incapacidad de alcanzar acuerdos. Por ejemplo para pactar la renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), para lo que socialistas y populares han reclamado la existencia de un mediador de la Unión Europea (UE), el comisario de Justicia Didier Reynders. La reciente foto de Reynders en la UE tratando de poner paz entre Félix Bolaños y González Pons resultó de todo punto desoladora. Porque España fue el país del consenso, del diálogo y de la solidaridad en los años 70 y 80, la nación que dio la mano al pasado para ganar el futuro, un lugar iluminado por la esperanza en medio de las tremendas dificultades del trayecto (los sangrientos atentados terroristas, los tirones de la extrema derecha y de la extrema izquierda para romper el delicado flujo del acuerdo), pero en medio del vocerío y del miedo sonaba de fondo el grupo onubense Jarcha cantando a “la libertad sin ira”, y Santiago Carrillo presentaba en el Ateneo madrileño un libro de Don Manuel Fraga. Porque el actual momento político del país es también mediocre. Unos entonan el ‘Cara al sol’ delante de la sede socialista de la calle Ferraz. Otros valoran la canción ‘Zorra’, de Nebulossa, como si se tratara de un poema de Juan Ramón. Malos tiempos, ya está dicho, en los que la mediocridad lo cubre todo. Entre la “fachoesfera” y los “filocomunistas”, los peatonales lo llevamos crudo.

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