Mientras cantan los mirlos

Publicado: 04/02/2025
Autor

Jorge de Arco

Escritor, profesor universitario y crítico. Académico de la Real Academia de San Dionisio de Ciencias, Artes y Letras

Notas de un lector

En el espacio 'Notas de un lector', Jorge de Arco hace reseñas sobre novedades poéticas y narrativas

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Con la publicación de “Doce lunas” (Fundación José Manuel Lara. Vandalia, Sevilla, 2024), regresa el decir poético, acorde y preciso,de Eduardo Jordá
Con la publicación de “Doce lunas” (Fundación José Manuel Lara. Vandalia, Sevilla, 2024), regresa el decir poético, acorde y preciso,de Eduardo Jordá (1956). Desde queen 2012 obtuviera con “Tulipanes rojos” el premio Emilio Alarcos, su quehacer literario había encontrado en el relato, el ensayo y el libro de viajes mejor acomodo.

Ahora, esta antología reúne cincuenta y seis poemas “que todavía me dicen algo cuando los leo. De algún modo, mantienen la vibración inicial que los hizo posibles”, confiesa el propio autor en su prólogo. Y, además, tras cada uno de ellos, se añade“al poema un relato que evoca las circunstancias en que ese poema se me reveló, es decir, las circunstancias de cómo llegó a ser escrito. No es una explicación ni un análisis. (…) Simplemente se trata de evocar ese instante misterioso en que la poesía decidió hacerse presente sin que nada ni nadie supiera por qué”.

Con estos mimbres, el lector tiene ante sí un sugestivo diálogo entre el sujeto lírico y su circunstancia, entre la identidad del yo y sus instantes creativos. Consciente de que la poesía es un milagro, Eduardo Jordá se sabe cómplice de ese soplo prodigioso que trae los versos hasta la mente y el corazón: “No sabemos por qué, pero sucede”, anota en su pórtico. De modo que, ese asombro, ese ramalazo maravilloso que invita al acto creativo se torna un don, un revelado enigma.

La compilación, que aúna una muestra de sus siete libros editados entre 2001 y 2012, no tiene un orden cronológico, sino que está ordenada al hilo de las fases de la existencia; o de ese ciclo lunar que también sirve para medirse frente al tiempo. Al par su palabra, el escritor balear cree en la posibilidad de vertebrar mundos habitables donde el alma pueda hallar mejor cobijo. Su mensaje tiene un hálito de luz, un aliento humano que deriva en una emotividad anhelante, solidaria: “Incontables estrellas nos vigilan,/ con ojos ciegos, brillantes de asombro/ mientras giran y pasan y se extinguen./ Nada es, si nada dura. Y caminamos/ sin saber hacia donde, ni si existe/ el camino de vuelta, o si hay camino./ Pero sé que tu mano está en la mía/ y que todo irá bien si no la sueltas”.

Hay, en cada uno de estos textos, un puñado de meditaciones, de afanes, de plegarias. Y, también, hay lluvias y pájaros, mareas y ciudades, estrellas y silencios, desiertos y campanas, volcanes y luciérnagas…, en una suerte de conciencia plural cuya atmósfera se hace común junto al fulgor y el estremecimiento que anida en lo cotidiano: “El olor de los dátiles maduros/ irrumpiendo en el aire de noviembre./ La luz ocre que tiembla en una cúpula/ mientras cantan los mirlos y atardece./ Las voces de unos niños en la hierba./ Y en mi mano otra mano, casi ausente./ Todo eso, estoy seguro, volverá/ cuando yo nada sepa, ni recuerde”.

Al par de estas páginas, resuenaun lenguaje firme que no se quiebra en su mensaje, que se desnuda en el claror de su honestidad y que aviva, noblemente, un íntimo atlas por el que viajar en compañía.

Una antología, al cabo, plena de sosegado lirismo, de honda belleza y conocimiento: “Con dedos invisibles por la noche,/ alguien trenza de nuevo los destinos./ Recompone lo roto, le devuelve/ la armonía perdida a lo imperfecto”.

 

 

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