La de viviendas, ha bajado de forma espectacular y algunas inmobiliarias ya han cerrado o están liquidando. La patronal reconoce un 30% de disminución en la venta, provocada por la subida de las hipotecas, dicen. Debía confesar también su propia responsabilidad por la subida brutal de los precios antes de la subida de las hipotecas. En todo caso ese mínimo reconocimiento del 30% de disminución, hace pensar que la verdad es más dura y en vez de ese porcentaje, se acerca bastante al 50%. Pero “no hay problema”: “Como la gente no puede comprar, tienen que alquilar” y ahí es donde actúa con la mayor impunidad la avidez, la codicia, el deseo de enriquecerse rápidamente sin necesidad de mover un dedo. Lo peor es que el gobierno lo permita con su pasividad en vez reaccionar como están reaccionando en las ciudades y países menos dados a la intervención económica.
Porque todavía hay algo peor: durante los últimos años se ha fabricado sin pudor una burbuja del alquiler a punto ya de estallar, más aún a causa de las últimas subidas. Y la alegría con que promotores, constructores e inmobiliarias de nuevo se han dedicado a especular con los altos precios, como si la capacidad de endeudamiento de las familias y las empresas no tuviera techo. Y sí lo tiene. Lo tiene y ya está más que sobrepasado. Quedan menos millonarios rusos y de otras latitudes interesados en comprar casas o pisos en algunas ciudades españolas. En algunas, porque el fenómeno no se ha dado en todas ni siquiera remotamente, pero ya sabemos qué pasa con el precio de la vivienda “todos queremos más” y nadie quiere ser menos que el vecino, lo que se convierte de hecho en una tarifa impuesta por nadie y produce una escalada hasta que revienta.
Ya ha reventado no hace tanto, pero la ambición y la voracidad sí que no tienen límites y cuando están elevando los precios quieren creer que es posible seguir hasta el infinito sin importarles la explosión. Todo gracias a la falta de freno, porque de los partidos con mayor número de votos, uno no quiere ni oír hablar de minorar los beneficios de algunos de sus miembros y sus “colegas” y el otro todavía mantiene el miedo a la crítica mezclado con su propia concepción de la llamada “libertad de mercado”, aunque realmente esa libertad sólo sea la de unos pocos.
