Cualquier persona que se haya mudado alguna vez sabe que, a primera vista, nuestro nuevo domicilio puede parecernos algo extraño, como si estuviéramos en uno ajeno.
Si es nueva, la casa, casi desprovista de muebles y con paredes desnudas, nos parece fría y poco acogedora. Si la casa es antigua, es muy posible que la decoración que encontremos allí nos resulte obsoleta, recargada y sin gusto. Probablemente, el estilo escogido entonces transmitía una sensación agradable para el anterior inquilino, al relacionarla con un recuerdo de infancia, una afición o una persona a la que admiraba; pero para nosotros puede no significar absolutamente nada, o peor, puede que lo asociemos a algo desagradable.
En definitiva, una decoración que no hemos escogido puede angustiarnos, en cierto modo, porque habla de otra persona y no sobre nosotros. Además, esa sensación no cambiará por más tiempo que vivamos allí, ya que por familiar que nos sea un lugar, como puede pasar con la casa de nuestros padres o la de un buen amigo, nunca estaremos completamente cómodos hasta que no hagamos los cambios que nos ayudarán a identificarla como nuestra.
Esto se aplica incluso si amamos la sencillez y el minimalismo llevado al extremo. Algo tan sencillo como que las puertas de interior en madera sean del color adecuado, puede cambiar por completo la percepción que tenemos de ese espacio.
Pero tampoco debemos empezar a decorar sin más, antes debemos planificar bien todos los cambios, ya que dependemos de la armonía del conjunto para que el resultado final sea óptimo.
En primer lugar, antes incluso de plantearnos qué muebles comprar, debemos decidir la distribución del espacio y cómo deseamos que sea la transición entre unas habitaciones y otras. Así, podemos decantarnos por unas puertas de interior correderas y de estilo rústico, como las puertas de granero; muy adecuadas para ahorrar espacio y dar, a la vez, personalidad al conjunto. Esto es especialmente interesante si, por dimensiones, nos vemos obligados a pintar las paredes de blanco para dar sensación de amplitud y luminosidad, ya que una puerta de este tipo ayuda a contrastar la frialdad de este color con la calidez de la madera y su diseño.
Pero si por nuestras posibilidades y gusto personal, nos decantamos por pintar las paredes con colores fuertes o usar papel pintado, entonces una buena opción pueden ser las puertas blancas, ya sean estas correderas o clásicas; de esta forma no recargaremos excesivamente la pared y tendremos un contraste agradable.
Y es que los colores que escogemos para decorar nuestra casa tienen más importancia de la que creemos. Según el estudio de la Universidad de Manchester “Colors and mood tones”, pese a que ciertos colores son asociados por la mayoría de nosotros con los mismos estados de ánimo, en otros casos sí se encontraron diferencias en la percepción que tenían unas y otras personas de lo que transmitía un color concreto, atendiendo a diversos factores que afectaban a las personas sometidas a este estudio. Por tanto, aunque sea buena idea dejarse guiar un poco a la hora de decidir cuáles serán los colores dominantes de cada estancia, recuerda que solo tú puedes saber si ese tono es el más adecuado para ti y la función que vaya a tener esa habitación.
En cuanto a los muebles, nunca hay que descuidar la funcionalidad. Aunque siempre está bien darnos algún capricho si nos gusta el exceso, no debemos dejarnos tentar siempre por los modelos más pesados y voluminosos, por mucho que nos gusten. Tampoco tenemos que cargar excesivamente las estancias con ellos, porque comprometeríamos las zonas de paso y la ergonomía de la habitación.
Otro punto importante es la iluminación. Hay que procurar que las fuentes de luz natural no queden tapadas por los muebles. Esta regla no admite excepciones, pues aunque en un primer momento nos pueda parecer buena idea, pronto veremos que la ejecución hace que la estancia parezca más oscura y mal distribuida, como si alguien hubiera dejado el mueble a la espera de ser colocarlo más tarde.
Las lámparas y focos deben ser colocadas de forma inteligente, evitando la luz directa y excesivamente fría. Lo ideal es que una habitación mediana o grande, tenga, mínimo, tres puntos diferentes de luz. Para una pequeña, dos es el número ideal. Nunca debemos subestimar el efecto que una buena iluminación puede tener en nuestro estado de ánimo.
Por último, se pueden añadir algunos detalles más, como decoración estacional, aromas que nos resulten agradables, cuadros o pequeños objetos de carácter más personal. Estos últimos serán los que verdaderamente nos recuerden que ese sitio es nuestro hogar y no solo un lugar más donde pasamos el tiempo.
Los cambios que hagamos, sean estos grandes o pequeños, serán algo que notaremos enseguida en nuestro estado de ánimo al volver a casa.