La escritora Bárbara Blasco destaca la cantidad de caminos que confluyen en la literatura, entre ellos y sobre todo "libertad, la posibilidad de corregir la realidad, de vengarte de quien tú quieras, de convertir en héroes a los desheredados o de darles otra vida a los infelices".
"Creo para mí no es tanto una forma de huir de la realidad como de llegar a ella. Necesito de las palabras, de la imaginación, para comprender eso tan abstracto que es la realidad. Necesito traducirme el mundo constantemente".
Así lo asegura la autora en una entrevista concedida a Europa Press con motivo del regreso a las librerías de 'La memoria del alambre', obra publicada en 2018 por Che Books y que ahora vuelve con una segunda vida a cargo de Tusquets.
En 'La memoria del alambre', dos chicas adolescentes viven al límite en la València de los últimos años ochenta, justo antes de que la música mákina y las drogas sintéticas arrasen con todo. ¿Qué sucede cuando la madre de la que fue tu mejor amiga reaparece al cabo de veinticinco años para preguntarte qué llevaba su hija en un bolsillo de la chaqueta el día que la atropelló un tren? Es lo que le ocurre a la narradora de esta historia. A partir de ese enigmático y doloroso primer email, empieza a hurgar en la memoria para recuperar a la adolescente que fue.
Preguntada por la importancia del contexto histórico en la narración y el peligro de edulcorar el pasado, la autora reconoce que es "difícil analizar una época al margen de la propia experiencia, no darle al recuerdo el tono, la luz de nuestro estado emocional del momento".
"Escribir, precisamente, permite tomar cierta distancia y ver: una de las cosas que me sorprendió con la escritura de La memoria del alambre fue comprobar lo muchísimo que ha cambiado el mundo en 30 años", apunta.
Y añade: "No idealizo nada los abusos sexuales de entonces, tantas cosas que soportábamos las mujeres por el mero hecho de ser mujeres, que asumíamos como algo normal, que venía en el lote del género. En cambio, me gustaba más la música que escuchábamos entonces, en la radio, en las discotecas, antes de que llegara la mákina. Creo que la música comercial ha empeorado en lo que a melodía se refiere al menos, puede que hoy las letras sean mejores porque vivimos el auge de la palabra".
En los 80, prosigue, "mucha gente no volvía a escribir nunca más una vez finalizado el colegio o el instituto y hoy todos escribimos un whatsap o en las redes".
Asimismo, admite que echa de menos "la amabilidad de los desconocidos de los 80, que te dieran un cigarrillo o una moneda, pero no los atracos o la inseguridad de las calles de entonces; la diferencia en las tribus urbanas, pero no la violencia, ni esa tristeza de ser español de entonces". "En fin, que se pierde y se gana al avanzar", resume.
Blasco señala que le interesa mucho la idea de cómo nos marca el contexto histórico: ser capaces de conectar las circunstancias sociales con las más íntimas. "A veces pienso que deberíamos ir al sociólogo más que al psicólogo, y no cargar solitariamente con tanta culpa, con tanto trauma", reflexiona.
'La memoria del alambre' supone, por otra parte, un intento de "reconstruir el mundo desde la retina adolescente". Para ello, ha tirado del recuerdo para "recuperar sensaciones" y también anécdotas que le sucedieron y que ha modificado para que se adapten a la ficción.
"ESOS RODEOS LLAMADOS METÁFORAS"
"Lo increíble de la memoria --razona-- es que, de tanto machacar mis propios recuerdos, al volver a ellos ya no son los mismos, se han fundido con los de la ficción, y tengo la sensación de que ahora tienen algo más de verdad, se acercan más a lo sucedido, aunque sea a través de esos rodeos llamados metáforas. Ese es el gran poder de la literatura".
Esta novela de 2018 se reedita tras el éxito de 'Dicen los síntomas', con la que la autora valenciana ganó el XVI Premio Tusquets Editores de Novela 2020. Sobre su evolución como escritora, Blasco dice que quiere creer que progresa adecuadamente, "como decían las notitas del cole".
Considera que sí hay una voz y un estilo que le son característicos, aunque uno mismo es el menos indicado para verse desde fuera. De hecho, afirma que todavía no ha sido capaz de releer un libro suyo publicado.
"Llega la caja, la abro con ilusión, toco el libro, lo huelo, pero jamás he tenido el valor de leerlo, de comprobar exactamente qué clase de escritora soy. Sigo escribiendo, eso sí, con el tema de la realidad y la ficción siempre presente", concluye.